Ellos saben lo que haces, qué fotos miras el móvil y cuántos segundos exactos te detienes en cada una. Conocen cuándo una persona se siente sola, cuándo está deprimida y cuáles son las neurosis que la acompañan. Las tecnológicas y las redes sociales poseen más información sobre cada usuario de lo que jamás fue imaginable y es eso las ha convertido en las empresas más ricas que han existido en la historia de la humanidad. Esa es la tesis que pone sobre la mesa el inquietante documental El dilema de las redes, de Netflix, un aviso para quien quiera oír hablar a algunos de los grandes cerebros arrepentidos fugados de las garras de Silicon Valley.
En él explican con detalle que cuando se afirma que las grandes compañías venden los datos de sus clientes no hay que pensar en enormes listines telefónicos subastados al mejor postor. El objetivo final es mucho más sutil y elaborado. La meta es construir patrones de comportamiento capaces de predecir lo que una persona hará a continuación para, a la larga, conseguir moldearla y manipularla con otras sugerencias. Quien mejor consiga afinar el modelo, sugieren, tendrá más éxito.
El documental combina testimonios reales con fragmentos de ficción que emulan a los personajes de la película de Pixar Del revés para reflejar cómo un algoritmo que cree conocernos puede leer nuestra mente para adivinar y determinar quiénes somos en realidad.