Seguir en el poder

Carlos G. Reigosa
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OPINIÓN

María Pedreda

21 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al frente de su larguísima lista de vicepresidentes y ministros, ha venido acreditando un gran tesón e interminables habilidades para seguir en el poder con unos pactos o con otros, o con todos los posibles a la vez, incluidos los inverosímiles.

 No sé si esto es un mérito incontestable, pero, se le llame como se le llame, hay que reconocer que todo ello lo mantiene en el poder. Y, para que la cosa no decaiga, él se sitúa siempre en un punto en el que la realidad política parece no poder abrasarlo o desplazarlo del poder.

Sin embargo, su debilidad parlamentaria no deja de asomar, y se manifiesta en realidades como la de que no ha logrado sacar adelante un solo presupuesto en los dos últimos años, es decir, desde los últimos del PP.

Personalmente, creo que en el caso español se cumple una frase del célebre escritor norteamericano Mark Twain: «Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada». Esto le permite a Sánchez hacer mil filigranas que se pueden presentar como negociaciones, pactos o acuerdos, sin que en verdad contengan nada duradero o resolutivo. Así, cuando la realidad del virus se convierte en una reiteración que se alarga en el tiempo, Sánchez se aleja del tema y sobrevuela otras latitudes. Lo cual no es ni siquiera reprochable, después de aquellas largas exposiciones (ruedas de prensa interminables) que empezaban antes de los informativos y acababan dentro de ellos casi una hora después.

Pedro Sánchez sabe que esto ya no tiene sentido ahora ni es rentable, y sobrevuela otras latitudes, caracoleando sobre algún aspecto de la realidad. Todo ello con un fin claro e indiscutible: seguir en el poder. Y ahí sigue, zigzagueando en cabeza del pelotón.

Sería una torpeza negarle talento para moverse dentro del marco político español. Ha aprendido a sobrevivir de manera que no tenga que plegarse al capricho de sus variados socios y los combina como cree más conveniente.

No es la suya una política de altos vuelos, pero sí se trata de unos planteamientos pragmáticos que le permiten lograr cambios mutantes y presumir de una alta capacidad de negociación y de pacto. Quizá esto no es todo lo necesario para ser un estadista, pero es lo que tiene para seguir en el poder.