Prácticamente a diario recibo a mujeres y parejas con dudas acerca de la idoneidad de acudir a una clínica de reproducción asistida en el contexto sanitario que vivimos. Potenciada por esta «nueva normalidad», una constante en consulta es el miedo con respecto a conseguir un bebé. A mis pacientes les intento hacer entender que querer controlarlo todo no implica poder hacerlo. Por lo tanto, sufrir por adelantado, intentando mantener ese control, es innecesario. El mejor ejemplo lo tenemos en la pandemia que hemos sufrido y que, de conocer su existencia, no hubiéramos podido evitar.
Muchas mujeres consideran que su cuerpo es el culpable de sus fracasos reproductivos. A todas ellas, es importante hacerles entender que la ciencia ha avanzado lo suficiente como para que la mayoría de personas que empiecen un tratamiento logren su embarazo en algún momento. Para ello, deben estar abiertos a todas las opciones, inclusive aquellas que pasen por hacer uso de gametos donados en caso de que la calidad de los suyos no sea la indicada. Cuando consiguen verlo así van con mucha más tranquilidad y esperanza hacia los tratamientos, lo cual les acerca más al éxito.
En condiciones normales, asumir que se ha de pasar por un proceso de reproducción asistida puede producir angustia, inquietud, pensamientos negativos o incluso problemas de pareja, en el caso de que esta aventura sea compartida. Si a ese panorama le añadimos la situación sanitaria tan excepcional que vivimos, aumentan la ansiedad e incertidumbre en muchos de mis pacientes. Para todos ellos trato de ofrecer una terapia personalizada, acorde a sus problemas, siempre con un objetivo: la salud física y mental, tanto del futuro bebé como de sus padres.
Es fundamental que se centren en cuidar las funciones básicas, como el sueño, la alimentación y la energía. Para ello, les muestro técnicas de relajación, como el mindfulness, o hábitos de alimentación y vida saludables que les preparen para lograr ese ansiado embarazo, a lo cual añado siempre la autocompasión y el autocuidado, como importantes herramientas de ayuda.
Como profesional de la psicología, a los pacientes que acuden a mi consulta intento transmitirles tranquilidad y sosiego, porque, aunque no haya demostración científica de que la ansiedad afecte al resultado, sí que sabemos que la probabilidad de éxito es mayor cuanto mejor es el estado emocional de los pacientes. Somos testigos fieles de que cuando algo se quiere de verdad, rara vez deja de alcanzarse.