Trump y Biden: «show must go on»... o no

Pablo Vázquez Sande
Pablo Vázquez Sánde FIRMA INVITADA

OPINIÓN

28 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Bill Clinton logró hacerse con la victoria en las elecciones americanas de 1992, una frase retumbaba en la mente de su equipo. Era el hoy recordado «the economy, stupid», el mantra que el estratega James Carville acuñó para obligar a focalizar el mensaje en torno a ese eje de campaña.

Desde entonces las lógicas de la comunicación política han cambiado radicalmente, pero si atendemos a lo visto en el último debate entre Trump y Biden parece que hay ciertas constantes que todavía se mantienen vivas. En la contienda que libraron el pasado jueves -y esta vez entiéndase el concepto más como discusión que como batalla-, ambos centraron sus energías en reforzar su posicionamiento, aunque rebajando la tensión que han venido manejando a lo largo de esta campaña.

Con un porcentaje de indecisos más reducido que nunca (5 %, según la mayoría de sondeos), la estrategia de ambos parece coincidir en lo mismo: activar y reforzar a los propios y a los proclives con un discurso moderado, sin grandes estridencias ni alharacas que puedan desempatar la reñida batalla en favor de su contrincante. En este ring, probablemente Trump se encuentre más noqueado de lo que le hubiera gustado; aunque, por supuesto, falta por ver el desenlace del último asalto.

Por ahora, el combate del jueves parece haber terminado en tablas con un público que, esta vez sí, pudo confrontar las propuestas de ambos líderes. En él, quizás Trump se haya mostrado más habilidoso al lograr llevar a Biden a un terreno al que, probablemente, el demócrata no hubiera querido verse arrastrado. Puede que ese «sí, reconvertiría la industria del petróleo» que el vicepresidente de Obama pronunció a raíz de una pregunta del actual presidente sea una pesada carga en las próximas horas, cuyo impacto podría acentuarse en estados como Ohio o Pensilvania, uno de los que podría ser decisivo.

Por tanto, conviene no subestimar en absoluto las posibilidades de Trump de ser reelegido. Pese a que la mayoría de sondeos apunten a una victoria de Biden, la propia configuración del sistema electoral americano, que no asegura que una mayoría de votos se traduzca automáticamente en la presidencia, sumada a un candidato dispuesto a todo y a un escenario tan volátil como el actual, hacen que en esta recta final pueda pasar prácticamente cualquier cosa.

Y es que, si en política un día ya es mundo, imagínense una semana. Por ahora, esa tendencia a la espectacularización que siempre ha caracterizado a la política americana parece haber quedado relegada a un segundo plano. Falta por ver qué sucederá a partir del 3 de noviembre, si ese show must go on al que tanto nos ha acostumbrado Trump continuará o no.