Menda lerenda

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

07 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A raíz de la noticia de que un infractor de tráfico había presentado ante los guardias civiles que lo interceptaron en plena trastada unos documentos de la República Errante Menda Lerenda hemos podido ver un carné que acredita a su portador como soberano de tan exótico país. No busque el lector curioso en Google Maps, pues no lo encontrará. La República Errante Menda Lerenda se declara una micronación proclamada en 1999 que define al individuo como república independiente en sí mismo y acoge como territorio nacional la superficie que ocupa su soberano en cada momento.

Solo desde la circunscripción de la República a un individuo se comprende su singular nombre, pues Menda Lerenda -mejor menda lerenda- equivale a yo. El español toma el sustantivo menda del caló, la lengua de los gitanos de la Península. Designa a la persona que habla y se usa en singular con verbos en tercera persona: Menda está dispuesto a hacerlo. Frecuentemente aparece con determinantes: el menda, este menda, mi menda... «Este menda se va a la piltra», dice un personaje de Francisco García Pavón (El reinado de Witiza, 1968). Y a veces se emplea con refuerzos expresivos, el más usual de los cuales de lerenda: «Por lo pronto los documentos los tiene menda lerenda» (Antonio Gala, Petra Regalada, 1980). Otro es escarolero: menda el escarolero.

Menda tiene una segunda acepción, la de ‘individuo cuya identidad se omite': ¡Vaya pinta tiene ese menda!

En caló existe un sinónimo de menda, mangue, también de uso coloquial y empleado asimismo en español, aunque menos que el otro.

Hasta 1970, menda no entró en el diccionario de la Academia, donde las voces procedentes del caló nunca habían recibido un gran trato. Empezando por el sustantivo caló, que en 1884 era definido como «jerga que hablan los rufianes y gitanos». Pasó después a ser el «lenguaje o dialecto de los gitanos adoptado en parte por la gente del pueblo bajo» y en 1970 se quedó en «lenguaje o dialecto de los gitanos», pero hasta el 2014 no recibió un tratamiento lexicográfico riguroso.

Hasta la segunda mitad del siglo XX, la definición de otra palabra, germanía, siguió metiendo en el mismo saco a gitanos y delincuentes. Entonces fue combatida con éxito por Julio Casares, cuando propuso la incorporación al Diccionario de las voces del caló que se usasen en español, y especialmente las que tuviesen estado literario. Algo se va avanzando.