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Contra el viento y la pandemia

Doktor Pseudonimus

OPINIÓN

28 nov 2020 . Actualizado a las 20:45 h.

Navigare necesse est. Vivere non est necesse. Navegar es necesario, vivir no es necesario. En sus Vidas paralelas, Plutarco pone esa sentencia en boca de Pompeyo. Pronunciada ante unos marineros que se niegan a hacerse a la mar por miedo al oleaje. La frase suena bien pero no es cierta. Primum vivere, deinde philosofare. Lo primero es vivir, después viene todo lo demás. Pero es tan bella y animosa que allá por el siglo XII fue tomada como lema por la liga hanseática y pasó a figurar en todos los barcos que desde Hamburgo, Bremen, Lübeck y 70 puertos más hacían posible el comercio y la convivencia entre los habitantes del Mar Báltico y el Mar del Norte.

Navegar es necesario pero ahora un bicho-virus tan invisible como omnipresente nos prohíbe salir de casa. Solo es posible navegar embarcándose en el navío de la imaginación. Y para eso está la literatura. Y por si les valiese para algo, les diré que estoy a punto de rematar la lectura de Orient-Express, el último libro de Mauricio Wiesenthal. Y ahí les va un detalle. Como todo el mundo sabe el Orient-Express era un tren de superlujo que conectaba Londres con Moscú. En París hacía parada y transbordo en la gare de Saint Lazare. Y un astuto empresario parisino montó próximo a la estación un elegante “meuble”. Sus habitaciones reproducían el estilo y la decoración de los departamentos del superfamoso tren. Con una música ambiental que reproducía el traqueteo y los silbatos del tren. Y un restorán donde en vajilla de plata se servía un bufet con caviar, solomillo de buey y tortilla noruega. Todo acompañado de los mejores vinos. El burdel —esa es la palabra que utiliza Wiesenthal— se abría a las cinco de la tarde. La hora del té. Y según Wiesenthal la que después del canto matutino de la alondra es el momento más victoriano y pecaminoso del día. Colette, Sacha Guitry, Marlene Dietrich, Charlie Chaplin, y Édith Piaf dejaron efusivos testimonios sobre el disfrute de tan extraño viaje. Y hoy el bicho-virus y la pandemia hacen que solo podamos disfrutarlo recurriendo a la prosa de  de Mauricio Wiesenthal.

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