No levantamos cabeza. Estábamos empezando a ilusionarnos con el comienzo de la administración de la vacuna en cuestión de horas, y con la situación actual que, dentro de lo malo, es de las mejores de Europa y nos llega otro mazazo. Una cepa del covid-19, aparecida al norte del Canal de la Mancha, recorre Europa y se piensa que ya circula por España a donde llegó desde Gibraltar. Y vuelta a empezar y a apurar las restricciones y a intensificar la prudencia.
Criticamos el retraso chino en hacer pública la aparición del virus salido de Wuhan y los hasta ahora nuestros socios, los británicos, han seguido su modelo porque desde el 14 de septiembre saben de su existencia. El aviso llega con más de tres meses de retraso y con la etiqueta de que su contagio está descontrolado.
Poco o nada se sabe de esta nueva variante del virus. Solo que es hasta un 70 % más contagiosa, que origina el 68 % de los nuevos casos de Londres y que es probable que sea menos dañina que la original. Se desconoce si la misma vacuna será efectiva contra esta cepa, así que iniciaremos la vacunación con la duda de si nos sirve o no para ella. De momento todo son especulaciones, a la espera de que en cualquier instante nos vuelvan a aterrorizar con nuevas revelaciones.
Los que ya se conocen son los efectos poco menos que devastadores que va a tener sobre las previsiones económicas futuras de España, que ya no eran nada esperanzadoras. La bolsa recibió la noticia ofreciendo la peor sesión del trimestre y el Ibex puede perder hasta el 20 % a final de año.
Y los estudiosos nos dicen también que la cepa tendrá unos efectos profundos sobre el turismo, por el elevado número de británicos que se quedarán en casa y por el cierre de fronteras que afectará de forma especial al sector agroalimentario español. Así que todas las proyecciones de recuperación, a la papelera. Y vuelta a empezar. En un momento en el que aún desconocemos cómo nos dejará el brexit.
Lo del virus nos está resultando demasiado costoso. A cada noticia ilusionante le sigue una decepción. Solo nos consuela recordar el viejo dicho de que si las cosas van mal no hay que preocuparse. Porque no van a durar para siempre.