Seguimos poniendo tres Reyes Magos en el belén, aunque ni eran tres, ni eran reyes, ni eran magos. Seguimos creyendo que nos traen regalos, aunque no traigan ni oro, ni incienso, ni mirra. La creencia es fantasía, la realidad es economía. Al margen de la tradición religiosa, que mezcla epifanía y adoración, España es el país de los Reyes Magos por excelencia y el día de Reyes toca hacerse regalos unos a otros y viceversa.
Damos por hecho que tres reyes, en tres camellos, visitaron al recién nacido, para presentarle sus respetos. Ni siquiera el medio de transporte está documentado, pues tanto aparecen montados sobre dromedarios, como sobre caballos o elefantes. Su procedencia oriental es más segura que su condición social. Quizás fuesen sacerdotes o incluso astrólogos persas, aunque la ciencia nunca casó bien con la religión. El rango del rey de los judíos exigía una visita real. Como la biblia no indicaba el número de reyes, durante unos cuantos siglos se eligió a discreción: para los artistas del románico era uno solo, para los armenios eran doce, para los coptos eran sesenta. Avanzada la Edad Media, se decidió que tenían que ser tres, por las tres edades del hombre (joven, maduro, anciano) y los tres continentes conocidos (Asia, Europa, África). De hecho hasta el siglo XVI no hubo un rey negro y hasta el siglo XXI no hubo reinas magas, de tres razas, como las del cartel con que la Marea felicitaba las fiestas desde el Ayuntamiento coruñés.
Asumido el número de reyes, lo importante era el número de consumidores dispuestos a comprar regalos para ese día. Dicha tradición tampoco es bíblica, sino que es relativamente reciente, pues comenzó en España a mediados del siglo XIX. A muchos países hispanoamericanos, a pesar de que por entonces estaban desprendiéndose y diferenciándose de la madre patria, gustó esa fiesta infantil, con cabalgata, carta a los magos, zapatos junto a la ventana, carbón dulce, paquetes y más paquetes. Una fiesta que nació para contrarrestar la influencia de San Nicolás, Santa Claus o cómo se llamase. Con el tiempo y con un mayor poder adquisitivo, Papá Noel y los Reyes Magos dejaron de ser competidores y la celebración dejó de ser infantil. En este año de pandemia, cuando unos, para salvar la Navidad, proponen que Gaspar se llame Gastar, lo importante no es que los juguetes vengan sin pilas, sino que el roscón de Reyes venga sin sorpresa.