La pandemia ha traído el caos, por el estupor y el pasmo, pero algunos avisan de que traerá el apocalipsis, el fin del mundo, por la ineptitud y la mala fe del Gobierno. Según los agoreros, el país ha sufrido más que ningún otro los efectos del maldito virus, porque este Gobierno, ilegítimo y maquiavélico, ha dejado que se muriesen miles y se infectasen millones de españoles, intencionadamente, para alcanzar los objetivos de su agenda revolucionaria, haciendo que eche humo la máquina de producir leyes y decretos, al amparo de un estado de excepción prolongado a conveniencia.
Este Gobierno, bolivariano y social-comunista, quiere suprimir todas las libertades cívicas en una o dos legislaturas, si se puede. Quiere cargarse la Constitución y redactar otra ad hoc, que permita sustituir un régimen democrático por un régimen dictatorial, un régimen de transición por un régimen de importación, impregnado de ideología chavista, castrista, senderista y maoísta. Quiere llevar a cabo un plan urdido por radicales, activado desde dentro y financiado desde fuera, desde países lejanos, como Irán, Bolivia o Venezuela. Algunos ya han indicado a cuántos hay que fusilar para frenar tal ataque liberticida.
Este Gobierno, anti-monárquico y anti-borbónico, tiene que disimular su republicanismo anti-constitucional, para lo cual ha diseñado una estrategia comunicativa en la que unos reconocen el papel histórico del rey emérito, otros resaltan su papelón reciente, unos destacan la implicación política del rey heredero, otros critican que se implique, unos piden una ley de la monarquía y otros reclaman un referendo sobre monarquía o república. Se trata de cargarse al rey sin que haya un magnicidio.
Mientras tanto, este Gobierno, filo-etarra y filo-nacionalista, quiere indultar a los que rompen España, porque depende de los condenados golpistas; quiere nombrar a fiscales y jueces afines, porque no cree en la separación de poderes; quiere escoger el colegio de los hijos de los padres católicos, porque está controlado por la masonería; quiere que el español deje de ser la lengua vehicular, porque facilita demasiado la comunicación; quiere deshacerse de los viejos enfermos mediante la eutanasia, porque así habrá más suicidios asistidos. Ya está aquí el cuarto jinete del apocalipsis: la muerte. Ya solo cabe esperar que el fin del mundo no caiga en fin de semana.