Hace unos meses el psicólogo Javier Urra me decía en una entrevista que si algo le había sorprendido de nuestra reacción en el confinamiento es el carácter festivo que le habíamos dado a la pandemia. Aplausos, canciones y mucha alegría era lo que desplegábamos en los balcones mientras los enfermos llenaban las ucis y los muertos iban en aumento. Nuestras reacciones son así, variopintas incluso cuando las cosas se ponen muy en contra. Lo pensaba el otro día cuando después de la nevada histórica en Madrid, la gente se lanzó a hacer fiestas improvisadas en las calles, con raves de alto voltaje, guerras de bolas de nieve y enormes pistas de esquí, por las que muchos salieron a disfrutar del mágico momento. Mientras unos se congelaban en los coches y se veían en grave riesgo, otros se deslizaban en el júbilo de la nevada. Es lo que debió de pensar la pareja de Isabel Ayuso, porque mientras la presidenta llamaba a refugiarse en casa ante la dificultad de que llegasen los equipos de emergencia, su pareja, Jairo Alonso, aprovechaba la nieve para enfundarse el traje de snowboard y subirse a la tabla para animarse en su goce y disfrute. Lo pillaron en Twitter, claro, y las imágenes corrieron como la pólvora. Entonces volví a acordarme de Urra, que como especialista en la educación asegura que si algo es complicado para los padres es predicar con el ejemplo. Es lo que debió de pensar Ayuso cuando, en esos momentos de ofuscación y de toma de decisiones, de pronto te encuentras con que en plena pandemia y con la que está cayendo en Madrid, tu pareja tiene como prioridad lanzarse a la calle a hacer snowboard. Hubiera sido ideal haberlo visto sacar el trineo.