Mientras Twitter aún no ha entrado en el diccionario español y tuit, mensaje digital, y tuitear, verbo, sí lo han hecho, el tuiteo masivo ha invadido y solapado las políticas nacional e internacional. Si Twitter tiene unos 300 millones de usuarios y Trump tenía unos 89 millones de seguidores en el momento en que le cancelaron la cuenta, bastantes habían de ser españoles, por pura estadística. Trump, que se consideraba «el Hemingway de los 140 caracteres» (sic), en cuanto pudo utilizar 280 no se postuló como candidato al Nobel, porque no le interesaba la literatura, pero se sintió el dueño de la información de consumo rápido en un mundo donde la mayoría prefiere leer una línea a un párrafo, un párrafo a una página, una página a un libro.
Entre 2016 y 2020 Trump ganó 78 millones de seguidores en Twitter y 11 millones de votos en las urnas. Aun así, perdió la cuenta y la Casa Blanca. La democracia se impuso a la autocracia, porque lo cualitativo es tan importante como lo cuantitativo. La xenofobia, la misoginia y la apología de la violencia pueden dar votos durante un tiempo, pero no permanentemente. El éxito efímero de Trump se debió al uso discrecional de Twitter y al ataque continuo a los otros medios. Twitter era su instrumento de propaganda. Tuiteaba cada día a sus seguidores, a los que informaba a su antojo, pidiéndoles que se mantuviesen al margen de los otros medios porque solo publicaban noticias falsas. Trump comenzó denigrando a los periodistas, continuó calumniando a los demócratas y acabó caricaturizando a los propios republicanos.
En España, Vox ha aplicado la misma estrategia. Para Vox el cierre de la cuenta de Trump es un ataque a la libertad de expresión. Es una paradoja que un partido que veta a cantidad de medios en sus comparecencias se atribuya el papel de adalid de tal derecho. Vox, que ha crecido gracias a Twitter, también ha tenido un cierre temporal de su cuenta oficial por difundir noticias falsas, aunque al final se ha plegado a sus normas porque así puede comunicarse con su medio millón de seguidores, a los que sugiere que prescindan de los demás medios. Vox está buscando otras redes más permisivas, pero depende de Twitter. Para Trump y para Vox, Twitter, sí pero no.