
Con frecuencia los médicos empleamos un lenguaje que a nuestros pacientes les cuesta entender. En traumatología es habitual utilizar el término callo para explicar la unión de un hueso fracturado y el público general entiende el término de diferentes formas. Para unos es una «dureza» que aparece en el hueso a semejanza a lo que puede aparecer en manos o pies originado por la fricción de un calzado mal ajustado, para otros es el «bulto» que deja la unión del hueso roto… pero en realidad qué es.
El callo es un fenómeno biológico que se produce al romperse un hueso y en el que intervienen múltiples factores, es el pegamento que une los huesos rotos. Para ello hay que entender que el hueso es un órgano vivo que nos proporciona una estructura rígida, resistente y que en los niños son los responsables del crecimiento por medio de su cartílago específico (fisis) y que se encuentra cerca de los extremos óseos (epífisis).
Cuando un hueso se rompe, lo denominamos fractura, los extremos óseos pueden desplazarse según la intensidad del traumatismo sufrido. En la mayoría de los casos tras realizar unas radiografías se comprueba la existencia de una fractura no desplazada, conocida popularmente como fisura, en otros casos se comprobará un desplazamiento más o menos importante, motivo por el cual nos vamos a tener que poner en manos del traumatólogo para su tratamiento mediante una inmovilización escayolada tras reducir o no el desplazamiento óseo. Otras situaciones que así lo recomienden, el tratamiento será lamentablemente quirúrgico.
Otro error frecuente es confundir la necesidad de anestesiar al paciente con la cirugía y no es así. La anestesia nos permite realizar el tratamiento con o sin relajación del paciente y sin dolor, pero las distintas modalidades pueden ser muy diferentes. Por ejemplo, por simple manipulación y colocación de yeso (reducción cerrada), o mediante la estabilización de la fractura percutánea, sin necesidad de abrir la fractura (reducción cerrada y osteosíntesis) o la clásica reducción abierta de la lesión y colocación de placas y/o, tornillos, que es quizás el tratamiento mas conocido o que tenemos en mente cuando un amigo nos refiere un accidente sufrido.
Pero todos estos tratamientos no tendrán éxito si no se produce un proceso fisiológico en la consolidación de una fractura: el callo. Inicialmente el hematoma que se produce al romperse un hueso, desaparece o se organiza a los pocos días y es a partir de ahí cuando se observa la formación inicial de un callo inmaduro que estabiliza parcialmente la fractura pero aún deformable hasta la cuarta semana. Al pasar 2-3 meses, este callo madura proporcionando la resistencia necesaria como para poder retirar la escayola, iniciar programas de fisioterapia para recuperar la función del miembro lesionado e inmovilizado durante meses...
Los niños, son distintos, presentan la ventaja de que los plazos de curación son mucho mas rápidos y gozan de un fenómeno peculiar, que es la gran capacidad de remodelación que tienen, especialmente los menores de 10 años. Esto permite tratar la gran mayoría de las fracturas de forma «conservadora», es decir, con yeso y sin ser tan exigentes como con adultos, ya que sabemos que aunque dejemos la fractura algo desviada o se produzca un desplazamiento durante el proceso de consolidación la envuelta que tiene el hueso (periostio) y el cartílago de crecimiento irán produciendo una progresiva realineación del hueso que quedó algo torcido durante unos pocos meses .
Por desgracia, a partir de los 14-16 años, este fenómeno de remodelación es mínimo o desaparece y si una fractura consolida mal, quedará, como consecuencia un hueso desviado o con perdida de su anatomía original. En algunos casos, esta pérdida de la forma se aprecia a la vista (muñeca, dedos, pierna…) pero lo que vemos o palpamos no es ya el callo, sino la angulación del hueso unido o lo que denominamos consolidación viciosa, palabra que también sorprende a los pacientes cuando la mencionamos pero que no es más que una «mala consolidación».
Otro problema que tienen las fracturas en adultos, y excepcional en niños, es la dificultad que tienen algunos pacientes para formar el callo y que puede derivar después de meses de tratamiento en que no se visualice el callo fractura. Primero lo llamamos retardo de consolidación y transcurridos varios meses se llama no unión o seudoartrosis, porque confiere una movilidad no deseada a un segmento óseo.
Los enemigos clásicos para que un hueso roto consolide son dos: la movilidad precoz que impide la formación del callo (por eso las escayolas) y la vascularización que proporciona los elementos necesarios para que el hueso consolide, siendo los diabéticos y los fumadores los que padecen sus consecuencias.