Dice Salvador Sostres en la Cope que descaro es la palabra de moda. Y tiene razón. Descaro de los que nos administran y descaro de los administrados. Descaro político al cuadrado y descaro al cuadrado de los ciudadanos.
Descaro, acepciones en el diccionario de la RAE: falta de vergüenza, insolencia, descarada ostentación de faltas y vicios. Dicho o hecho impúdico o insolente.
Nada como el diccionario para aclarar la vista y ajustarse a lo que sucede para definir con claridad los hechos. Los incumplidores son minoría, dicen algunos. Menos mal, digo yo, que son minoría.
Estaba nítido, lo comprobamos en el confinamiento que empezó en marzo y nos robó el mes de abril y el mes de mayo y el mes..., que siempre están los que van por libre y se saltan las normas. Disfrutan pasando de las restricciones, aunque pongan en peligro la salud de todos. Nacieron los policías de balcón, de rellano, de portal y de calle en este año que nos ha volteado la vida. Este año inédito e insólito tiene como estribillo menudo pero contundente a aquellos que intentan que su vecino se comporte y encima llevan una paliza por recordarle que debe usar la mascarilla.
La culpa no es de los hosteleros. Claro que no. La culpa es de los descarados. La culpa es de los que se tomaron las Navidades de la pandemia como si no fuésemos a tener más Navidades. Y han conseguido con su descaro que muchos no las tengan. Los colegios iban muy bien hasta que los chavales y los profesores volvieron de las vacaciones contagiados por los encuentros familiares que incumplieron las normas y las recomendaciones. Pasó en todos los colectivos profesionales.
El descaro se salta las normas. Pero es que la palabra de moda, el descaro, directamente se fuma las recomendaciones. Una recomendación no sirve de nada.
Pero lo que hacen los ciudadanos no es más que el reflejo de algunos políticos que tenemos. Políticos que decidieron abrir la mano para salvar unas fiestas que nos iban a llevar al desastre. Ellos concedieron unas horas de permiso que para muchos se convirtieron en días de permiso.
Así estamos. Y lo peor es que sabíamos que este horizonte cruel era al que íbamos a llegar. Pero es que al mando está Sánchez, que prefiere celebrar elecciones en Cataluña que decretar un confinamiento, solo porque piensa que le va a ir bien en ellas. Al frente estaba Salvador Illa que deja la gestión en el peor momento, para ser candidato a una presidencia.
Con estos ejemplos, el que no tiene vatios en la cabeza hace lo que le da la gana y manda a la uci incluso a miembros de su familia con su irresponsabilidad. Va más allá del título de aquella película, La mala educación. Es imperdonable.