Situar el contrato multimillonario de Messi como causa de la ruina del Barça no se sostiene con un análisis riguroso. Habría que restar a esos 555 millones las frías cifras de los ingresos que el argentino reporta a la entidad en publicidad, eventos deportivos, etcétera; las cifras más calientes, pero intangibles, como los títulos, los seguidores que su presencia arrastra; e, incluso, el valor añadido que su figura da al fútbol español, y este, a las teles; y estas, al deporte...
Lo que arruina al Barça hay que empezar a analizarlo en tiempo pasado, porque la quiebra no solo puede ser económica, sino también institucional e incluso sentimental. Empezó con la presidencia de Sandro Rosell que heredó Josep María Bartomeu en el 2014, y su empeño enfermizo de vilipendiar a aquel holandés de infausto recuerdo para ellos, Johan Cruyff, a pesar de que dio sentido y muchos títulos a una entidad históricamente llorona que miraba lejos de Arístide Maillol para justificar sus fracasos, y sus lágrimas le impedían ver la solución en casa: los Puyol, Guardiola, Xavi, Busquets, Iniesta... y ese tal Messi.
Lo que arruina al Barça, en lo institucional, se consumó con el papanatismo de unos ya ex dirigentes tan malos, tan malos, que ni siquiera salieron bien parados tratando de hacer un guiño al separatismo con aquel bochornoso pronunciamiento que enfadó a todos los culés de fuera de Cataluña y a los propios impulsores de la independencia.
Lo que arruina al Barça, en lo económico, es que durante la vigencia de ese contrato del mejor jugador de la historia se gastara en fichajes fracasados cantidades sonrojantes que en su conjunto superan ampliamente los escandalosos 555 millones, o dejase marchar gratis a figuras como Xavi, Iniesta o Luis Suárez.
Lo que también arruina al Barça es lo mismo que arruina a la hostelería, al comercio, a miles de empresas y ciudadanos: la pandemia, que ha cercenado los ingresos del club por muchos conceptos, entre ellos el estadio vacío, con lo que supone de merma no solo en taquillas sino en visitas al museo, ventas en la botiga, visitas guiadas a las instalaciones...
El contrato de Messi va en la línea obscena de las desorbitadas remuneraciones de los futbolistas, en las que todos los futboleros tenemos nuestra alícuota de culpa, pero si restamos a esos 555 millones los conceptos indicados, probablemente acabemos dándole la vuelta a la conclusión de cuál es la ruina del Barça, porque el argentino es hoy el principal activo del club, en lo futbolístico y en lo económico.