Jeff Bezos se retira de la primera línea de Amazon y se va a jugar con sus cohetes, a dirigir el Washington Post y a disfrutar de sus «otras pasiones», se supone que entre ellas su familia. Es un tipo listo. ¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida o quieres venir conmigo y cambiar el mundo?», le preguntó Steve Jobs a John Sculley, entonces presidente de Pepsi, en 1983. Sculley aceptó y dos años después acabó despidiendo a Jobs.
Bezos ya ha cambiado el mundo con Amazon y no hay mejor prueba que los chinos te copien la idea y saquen su propia versión (la tienda AliExpress, del caído en desgracia Jack Ma). Pero su filosofía de negocio suscita muchas dudas. No en los inversores, claro, pero sí en los países donde opera. En España Amazon ingresa 500 millones al año y devuelve al fisco apenas 4,5 millones, el 0,9 %. Lo hace porque le dejan, igual que las otras compañías que forman el acrónimo GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon). Si el país le impone una tasa de impuestos digitales del 3 %, Amazon se la traslada en forma de comisión a las empresas que venden en su plataforma. Y ahora se mete de lleno en la distribución de productos frescos, amenazando no solo a las pequeñas tiendas de barrio, también a las cadenas de un sector que aglutina más del 10 % de los empleos. Bezos tiene la mente puesta en Marte, pero nosotros deberíamos mantener los pies en el suelo. No nos olvidemos de la cajera del supermercado.
Corto y cambio. El Gobierno social y progresista acaba de estrenar un nuevo impuesto por los cargadores de coches eléctricos. Estos vehículos tienen ya un sobreprecio de unos 10.000 euros respecto a sus equivalentes con motor de combustión. La autonomía es la mitad (300-500 kilómetros de media) y se reduce con el frío. La capacidad de la batería disminuye un 25 % a los siete años. Cargarla a tope puede llevar horas y en España la red de electrolineras es ridícula: 4.500 puntos (la mitad que en Holanda) para un parque de 65.000 automóviles alimentados por celdas de ion-litio. Y para colmo, mordida por tener un enchufe en el garaje. Teresa Ribera: «El diésel tiene los días contados». Lo creo, pero mejor me espero al hidrógeno. As Pontes tiene futuro.