Andorra es un principado pirenaico en teoría dependiente de Francia y España, en la práctica dependiente de Cataluña y de inversores foráneos, o sea, de evasores. Sus jefes de Estado son el presidente de Francia y el obispo de la Seo de Urgel y sus gobiernos electos casi siempre han sido de derechas. El idioma oficial es el catalán y en materia sanitaria tiene convenios con la Generalitat para la deriva de enfermos o la donación de sangre. A pesar de la explotación turística, sigue siendo un paraíso natural y, pese a haber firmado convenios de intercambio de información tributaria para salir de listas negras, sigue siendo un paraíso fiscal, donde son tan exiguos los impuestos como los derechos laborales. Cantantes, deportistas y youtubers se empadronan aquí para beneficiarse de tipos máximos del 10 % en el IRPF o el impuesto de sociedades.
Su aislamiento entre montañas de más de 2.500 metros no la ha librado del virus. Entre sus 80.000 habitantes ha habido unos 10.000 contagiados, 9.000 curados y 100 fallecidos. Andorra firmó un convenio con el Gobierno español para el suministro de 30.000 dosis de la vacuna a precio de coste, en el marco comunitario de colaboración con los pequeños países vecinos que no tienen capacidad de negociación con las farmacéuticas. La cooperación internacional coincidió con la precampaña electoral, justo en el tránsito de Salvador Illa de ministro a candidato, lo cual despertó suspicacias, pues unos 14.000 residentes en Andorra tienen derecho a voto en las próximas autonómicas catalanas.
Puestos a ver electoralismo, también podría haberlo en la medida de considerar Andorra una prolongación de las comarcas catalanas, decidida por el Gobierno independentista de la Generalitat, para permitir la movilidad de consumidores y trabajadores, aliviando algo la crisis de este paraíso con empresas endeudadas y estaciones de esquí cerradas. Mientras la Generalitat hace de esta apertura de fronteras un acto soberanista, el Gobierno español se hace el sueco. En las autonómicas la clave va a estar en Barcelona y su área metropolitana, donde viven siete de cada diez catalanes, pero debe ser tal la abstención prevista que hasta la marginal Andorra se ve como un vivero de votos.