La ONU ha proclamado el período 2021-2030 como la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, con el objetivo de movilizar a la comunidad científica, a los políticos, a las empresas y a la sociedad civil en torno a un programa común de investigación y de innovación tecnológica.
Hace 150 años, Julio Verne cautivó al mundo con Veinte mil leguas de viaje submarino. Hoy en día, el océano proporciona alrededor de 4 teravatios /hora de energía eólica marina, 95 millones de m3 de agua potable desalada al día, el 20 % de la proteína animal y el 6,7 % de toda la proteína consumida por los seres humanos, cerca de 34.000 productos naturales que apoyan aplicaciones médicas y farmacéuticas, uno de cada cuatro puestos de trabajo en el sector turístico, y los elementos de tierras raras de las actividades mineras de aguas profundas. Las afirmaciones de Verne pueden considerarse proféticas.
La clave para alcanzar la capacidad de utilizar de manera sostenible los recursos del océano ha sido y es el conocimiento, proporcionado por la inversión en investigación y tecnología. A través de ella, nuestro conocimiento del valor del océano se ha ampliado, al tiempo que somos conscientes de su degradación.
España debería ser un actor relevante en el desarrollo de las soluciones, con un papel de liderazgo en alimentos marinos, articulando para ello sus industrias pesqueras, conserveras, de acuicultura y su puntero sector gastronómico. La energía marina, particularmente la eólica, al igual que la minería del océano profundo están llamadas a ser claves en la economía azul. La revolución de la genómica ha abierto el acceso al gran acervo de recursos genéticos del océano, en los que España lidera, a través de la Expedición Malaspina, la exploración del genoma del océano profundo. El desarrollo futuro del turismo, un pilar de la economía española que se tambalea, depende de su vinculación a nuevas estrategias y conceptos de turismo sostenible.
Posicionar a España como un actor relevante en la economía azul requiere de trabajo y esfuerzo, guiados por una visión a futuro. Ese futuro se ha de construir desde el impulso a la I+D que cree nuevo conocimiento y tecnologías que se transfieran a industrias de base tecnológica para crear valor, empleo y un futuro sostenible para la sociedad. Ignorar que el desarrollo de una economía sostenible del océano, apoyada en nuevo conocimiento y tecnologías, es un pilar necesario de la transición ecológica sería un grave error que condenaría a nuestro país al vagón de cola. Y de momento, viendo las actuaciones del Estado y de Galicia, hacia ahí vamos, incluida la tarea siempre aplazada de desarrollar una sólida base de datos oceanográfica, que permita sostener y diseñar con coherencia las políticas de los océanos. Si Julio Verne fue capaz de imaginar, la sociedad actual y sus gobernantes tienen que actuar con urgencia. Para quienes el mar es una pasión sabemos que el fracaso es inevitable cuando el viento determina el rumbo.