Nos mudamos de casa por múltiples razones y entre las más usuales están las causas de trabajo, economía o salud. Con la llegada de la pandemia comienza aflorar la idea de cambios de hábito, incluso de volver al campo en un afán de renovarse, redescubrir la naturaleza y escapar de un aire contaminado, y no solo por el virus. Pero, para un cambio de vida se necesita cierta dosis de valentía, sobre todo, decisión si se busca cortar con un pasado que empieza a ser un lastre, que impide lucidez para analizar con inteligencia el futuro.
El momento político actual en nuestro país exige una gran reflexión y preocupa lo que está ocurriendo en el ala conservadora, dividida y en crisis profunda, pero necesaria en cualquier democracia. Son épocas de crisis global que, por afectar a muchos ciudadanos, demandan un gran debate que analice las razones del resurgir de extremismos que dificultan el buen gobierno.
Si uno limita el debate a un simple cambio de aires o solo para romper el espejo en el que estás representado, sin tener en cuenta las razones que te han hecho fracasar, es muy posible que esa muda no sirva para nada.
Una mudanza que signifique una mejora obliga a cambios de actitudes valientes y no solo reformas, que han inducido que el electorado pierda la confianza, se abstenga, o, lo peor, no tener representación en autonomías que son clave para la gobernabilidad del Estado.
La derecha tendrá que sondear nuevos caminos más seguros que lideren de verdad cambios estructurales que modernicen al país y ser un partido de Estado europeo, sin ataduras con el pasado, y no limitarse al problema partidista. Pero esto exigirá no solo valentía y autocrítica, también preparación y ejemplaridad.
Buscar ideas nuevas que estimulen la inteligencia, el compromiso del ciudadano y no agitar banderas que separan, constituciones que golpean o tambores de guerra que reclaman patrias, quizás sea el camino para convencer y ayudar a gobernar, que es la verdadera mudanza que demanda el país.