La escalada en la cotización de bitcoin ha vuelto fijar la atención en las divisas digitales. Los expertos reconocen que es un fenómeno imparable y que habrá que adaptarse y gantizar su seguridad a efectos de uso y tributarios
Autor
Un bitcoin vale ya más de 40.000 euros y junto con el resto de criptodivisas suman ya más de un billón de dólares en circulación. La volatilidad de este dinero digital y la falta de regulación hacen planear numerosos interrogantes sobre su futuro, pero los especialistas financieros aseguran que no haya marcha atrás y hasta el euro tendrá su propia versión digital. La ley tendrá que aclarar aspectos como el IVA de los pagos en bitcoins o cómo se valoran fiscalmente.
El contraataque a la inevitable digitalización integral del euro
El dinero físico está obsoleto, su uso cae día a día y esta tendencia se ha acentuado fuertemente en los últimos meses debido al covid. La moneda acabará siendo totalmente digital más pronto que tarde, igual que hace años pasamos de enviar cartas a enviar emails.
El dinero digital ya aporta innumerables beneficios a los usuarios, es una realidad. Y si esa divisa la emite un banco central, también aportará grandes beneficios a los gobiernos, que podrán ejercer control sobre los pagos y, por lo tanto, erradicar gran parte del fraude ligado al metálico. Pero ahí están las criptodivisas para contrarrestar el control de los gobiernos. Las criptodivisas son las que permitirán seguir intercambiando valor entre personas de forma anónima. Por ello, en diez años estaremos conviviendo día a día con el uso de dos monedas digitales: el euro digital, para las operaciones oficiales; y el bitcoin, para guardar bajo el colchón y para servir de soporte a la economía sumergida.
El bitcoin es un activo curioso. Podemos decir que su valor real es cero euros, ya que no hay ningún tipo de contravalor detrás de él. Aunque no nos podemos olvidar de que para minar una cripto es necesario un consumo computacional (y energético) tremendo. Además, el bitcoin es un bien finito y está apoyado por millones de personas en todo el mundo. Valor tiene, claro está, además, como se suele decir, «una cosa vale lo que las personas estén dispuestas a pagar por ella».
Si a lo anterior sumamos las expectativas de que las cripto se convertirán en las principales monedas del futuro, es entendible que su precio suba más rápido que los Falcon 9 de Elon Musk. La mayor parte de la negociación actual que se realiza en bitcoin es totalmente especulativa, es probablemente uno de los instrumentos más volátiles que existen hoy en día. Sin duda, esto seguirá siendo así durante varios años más.
Comprar criptomonedas puede ser una oportunidad. Bitcoin debería estar presente, en un tanto por ciento moderado, en toda cartera de inversión. Confío en que muy pronto veremos nuevos desplomes de la valoración y grandes repuntes de aquí a final de año. Pero claro, es un activo tan volátil que solo se puede recomendar a dos tipos de personas: a las que confían ciegamente en estos instrumentos y a las atrevidas que quieren invertir un dinero que se puedan permitir perder. Eso sí, quien hace caja con esta especulación feroz son y serán nuestros amigos los lobos de Wall Street.
El arcano de las criptomonedas, algunas cuestiones controvertidas
El bitcoin es una moneda virtual generada en la red al margen de los estados y de los bancos centrales. Y lo realmente innovador de esta y de otras criptomonedas es que surgen de la decisión democrática de los usuarios de crearlas y asignarles valor a través de la demanda. A diferencia del dinero clásico, su valor no depende de la decisión del poder político o de un banco central, ni del respaldo de un Estado, sino del consenso de toda una comunidad de ciberusuarios.
Vamos a referirnos a tres cuestiones relativas a las criptomonedas de las que últimamente se viene hablando. En primer lugar, la extraordinaria volatilidad que han experimentado en los últimos tiempos y si ello puede afectar a la confianza en las mismas. En segundo lugar, los recurrentes debates acerca de su seguridad. Y, por último, las posibilidades de fraude por la dificultad para detectar las ganancias obtenidas por quienes negocian con estas monedas virtuales.
Respecto a la primera cuestión, la volatilidad del bitcoin se debe, entre otras cosas, a que es un activo nuevo y de demanda creciente. Y a que está adquiriendo el rol de reserva de valor que desempeñan bienes como el oro. Ello hace que la demanda sea muy sensible a la coyuntura económica y que crezca en contextos de incertidumbre como la pandemia. Además, es un activo que puede servir de refugio frente a la inflación, porque la oferta del bitcoin es limitada. Esta fluctuación alta genera riesgos importantes que son propios de las criptomonedas, especialmente en un entorno carente de regulación.
En cuanto a la seguridad, es cierto que esta puede ser cuestionada. Pero la propia capacidad de la criptomoneda para generar valor se fundamenta, como en la moneda clásica, en la confianza. En las monedas convencionales la confianza la da el Estado o, en el caso del euro, una entidad supranacional. En el bitcoin, los operadores confían en un sistema basado en programas informáticos que nadie puede alterar unilateralmente. Las fallas de seguridad, de existir, afectan a la propia capacidad de estos activos para adquirir y retener valor.
Se vienen destacando los problemas de incumplimiento normativo y de fraude tributario en relación con los beneficios de la especulación con bitcoins. También es necesario modificar las leyes tributarias para adaptarlas al fenómeno de las criptomonedas. La ley debe aclarar, por ejemplo, si a las transferencias de bitcoins se les aplica IVA, si las ganancias se equiparan a las derivadas de operaciones con divisas, si estas criptomonedas son, a efectos tributarios, bienes en el exterior o cómo se valoran fiscalmente.
Si el término criptomoneda nos trae connotaciones etimológicas de algo oculto o escondido se trata, en todo caso, de un arcano con demasiados interrogantes y cuestiones controvertidas.
Comentarios