No se puede determinar, simultáneamente y con precisión arbitraria, la posición y el momento lineal de un objeto dado. El simple hecho de contemplar una partícula, la modifica sin remedio. Sentencias como estas fueron escritas por Heisenberg, que además del sobrenombre de Walter White (el protagonista de Breaking bad), era un científico reputado que estudiaba la mecánica cuántica. No entremos en semejantes laberintos. Somos profanos en ciencia y todo este mundo, tan real y maravilloso, nos es ajeno. Como también lo somos, profanos, en la prospectiva económica de este país. O el futuro social. O el sesgo ideológico al que los compañeros y compañeras, socialistas y podemistas, están sometiendo a España entera. Ingeniería social, la llaman. Menos mal que los gallegos nos situamos en el oeste, donde todo llega más tarde y las epidemias, también las ideológicas, arriban a destiempo. Resulta que ahora si te sientes mujer, ya eres mujer.
Las feministas de toda la vida, las que se partieron la cara y el alma peleando por sus derechos, están encrespadas. Y los juristas, también. Porque el asunto este, que se ha movido desde la extrema izquierda, está reportando casos judiciales hilarantes (en divorcios, fundamentalmente). La cumbre del disparate en que nos quieren hacer vivir, se sitúa en Inglaterra, muy «adelantada» también en estas cuestiones. Allí Karen White, que se llamaba Stephen Wood originariamente, estaba en detención preventiva por tres violaciones que había perpetrado como hombre. No se sometió a ninguna operación de cambio de sexo, pero afirmaba «sentirse mujer». Las autoridades la/lo enviaron a una cárcel de mujeres. Allí Karen volvió a ser Stephen y se dedicó a abusar de varias presas.
Quizá convenga olvidarnos un poco de lo que sentimos, o cómo nos sentimos, y pensar más en lo que nos merecemos. Y nuestra sociedad no se merece que Irene Montero y Carmen Calvo estén protagonizando, hasta hoy mismo, un sainete que a todos nos abochorna. Principalmente a los que nos hemos declarado mil veces feministas. Lo seguimos siendo. Y más que nunca. Porque luchar por la igualdad de derechos plena es un objetivo al que no podemos renunciar. Pero tampoco podemos seguir cayendo en la caricatura que el colectivo LGTBIQ está a perpetrar con la aquiescencia de una parte, por lo menos, del ejecutivo español.
Ser feminista sigue siendo una necesidad. Sin embargo, lo que está apareciendo (como una imposición) en nuestro país ya limita con el esperpento: la deformación de la realidad.
Vivimos en la absoluta indeterminación, como postulaba Heisenberg en su mecánica. Quizá nos convendría saber adónde nos quiere llevar el actual «Gobierno de progreso». Progresar, que se lo pregunten a los jueces ingleses que metieron a Karen/Stephen en una cárcel de mujeres, es, sin ninguna duda, otra cosa.