Nunca entendí muy bien el pluscuamperfecto de subjuntivo, ese tiempo verbal que referencia tanto acciones pretéritas a un tiempo pasado determinado como aquellas que pudieron suceder y no sucedieron; pero lo que sí entiendo es que Ciudadanos, en este segundo sentido del tiempo verbal, se ha convertido en el pluscuamperfecto de subjuntivo del sistema español.
Ciudadanos se incorporó al sistema, con una cierta querencia hacia la izquierda, después de que en las europeas del 2014, y como resultado del 15M, la llegada de Podemos generase una tensión centrífuga en la izquierda y moviese al PSOE a recuperar los votantes que se le escapaban a la formación morada.
Cs aprovechó este espacio de oportunidad para entrar en la arena estatal, esgrimiendo, en una mano, el estandarte de la regeneración política, y en la otra, el nacionalismo español sin complejos, el rechazo a las identidades periféricas, y el centralismo como generador de igualdad frente a las diferencias autonómicas.
Con Ciudadanos, la conquista de las diferencias de los autogobiernos se convertía en una limitación de la igualdad de derechos entre españoles, y todo ello con el punto de mira puesto en el independentismo catalán. Pronto desplazó su antagonismo de la corrupción del PP a la complicidad del PSOE con los nacionalismos periféricos, y fue tanto el rendimiento electoral que le proporcionó que abandonó su estrategia de partido bisagra para buscar el liderazgo de la derecha.
Pero cuando estaba a punto, si hubiera sido, de sorpassar al PP, y Rivera demandaba a Rajoy la convocatoria de elecciones, la moción de censura de Sánchez le arrebató la pelota justo en el instante en que el líder de Cs cerraba las manos para atraparla.
Los errores de Cs han sido muchos, fruto de exceso de tacticismo y de falta de estrategia política, orientados más a la búsqueda de un enemigo que a la construcción de una posición en el tablero. Un partido puede cambiar de posición cuando tiene identificación de sus votantes y una institucionalización orgánica que los sustente, pero, en este caso, el proceso institucionalizador se había quedado a medio camino, especialmente después de la caída del liderazgo fundador.
Por eso el nuevo movimiento de Cs en Murcia dejó a votantes y a élites del propio partido en fuera de juego. Volver a convertirse en partido bisagra es una aventura muy arriesgada para algunos cargos que temen quedarse fuera de la competición en las próximas elecciones, y por eso el PP, consciente de la oportunidad que le ofrecía el error de Arrimadas, se apresuró a cobrar la presa.
A muy poco ha estado Ciudadanos de conquistar la presidencia murciana, si hubiera sido, y recomponer estratégicamente el tablero nacional; pero a este juego, como a todos, siempre hay alguien que juega mejor que tú, o que está mejor posicionado.
Si la moción de censura hubiera salido, hubiéramos hablado de otro escenario y hubiéramos visto otro futuro para Ciudadanos; puñetero pluscuamperfecto de subjuntivo.