Y en el horizonte, Yolanda Díaz. La misma que usted conoció como concejal de Ferrol. La misma que compitió en elecciones autonómicas gallegas. La misma que atormentaba a Feijoo en el Parlamento reprochándole cada día que su vocación (la de Feijoo) estaba en Madrid y no en Galicia. La misma que hace algo más de un año sorprendió a muchos al tomar posesión del Ministerio de Trabajo, se dispone a ser ahora la gran esperanza de Unidas Podemos: la coalición que está a la izquierda del PSOE de Sánchez, la que con Yolanda puede decir que es, efectivamente, comunista, quizá la única vicepresidenta de un Gobierno europeo con esa militancia.
La decisión de Pablo Iglesias de abandonar el Gobierno de la nación para intentar presidir el Gobierno de una región nos dejó tan deslumbrados que no le prestamos atención inmediata a esta mujer que ve aumentar su poder y creo que siente vértigo ante las responsabilidades que le anunció su líder: de inmediato, vicepresidenta segunda del Gobierno; a continuación, líder de Unidas Podemos, y cuando lleguen las elecciones generales, cartel electoral de esa formación y, según los buenos deseos del jefe Iglesias, la primera mujer en presidir el Gobierno de España. Tres anuncios de nombramientos en siete minutos de un vídeo.
Si la señora Díaz siente vértigo, no me extraña. Suceder a Pablo Iglesias en todas sus responsabilidades es mucha sucesión. Se podrá estar o no estar de acuerdo con la ideología del líder de Podemos, se le podrá combatir y reprochar por su fácil populismo, pero es una de las grandes figuras políticas de este todavía incipiente siglo XXI. Nadie le puede negar el mérito de haber roto el bipartidismo. Nadie le podrá negar que contribuyó a cambiar el discurso político de este país. Y nadie le podrá negar tampoco el mérito de haber llevado al Gobierno un movimiento que se aproxima a la extrema izquierda sin que se derrumbaran, aunque crujiesen, las estructuras de la nación.
Yolanda Díaz cogerá esa herencia si es cierto que Pablo Iglesias cumple lo dicho de «dejar paso a nuevos liderazgos». Y no es una herencia fácil: UP lleva tiempo bajando en intención de voto de los españoles, y este martes el CIS volvió a confirmar ese descenso. Las elecciones de Madrid, que parecían la gran oportunidad de recuperación de esta fuerza política, tropezaron también este martes con el primer obstáculo serio: Más Madrid, el pequeño partido surgido de la costilla de Podemos, no quiere regalarle a Iglesias la ventaja que le sacó en las autonómicas de hace dos años. Y Yolanda Díaz tiene que lidiar, al mismo tiempo, con un empleo que todavía puede ser más castigado por los ERE que anuncian grandes empresas. El panorama es tan difícil que su trabajo próximo se podría calificar como «misión imposible». Pero creo que en el diccionario de la señora Díaz la palabra «imposible» hace tiempo que ha dejado de existir.