Tras la saga fuga de Pablo Iglesias, en el Gobierno sigue habiendo demasiadas vicepresidencias, que reproducen el reparto de poder, no la necesidad de gestión.
De las vicepresidencias de Carmen Calvo, Nadia Calviño y Teresa Ribera cuelgan ministerios con nombres rimbombantes y funciones solapadas: Presidencia-Relaciones con las Cortes-Memoria Democrática, Asuntos Económicos-Transformación Digital, Transición Ecológica-Reto Demográfico.
Ahora toca encajar a Yolanda Díaz, ministra de Trabajo-Economía Social, en tal organigrama macrocéfalo, donde el orden de su vicepresidencia no es tan relevante para ella como para otros.
Aproximarse a estándares nórdicos de participación de la mujer en la vida política no justifica el exceso de vicepresidencias.
No sobran mujeres en tan altos cargos; sobran tantos altos cargos.
Bastaría con una vicepresidencia política para colaborar codo con codo con el presidente y sustituirle cuando procediese.
En su momento, habría bastado con que fuese vicepresidente Pablo Iglesias para demostrar confianza mutua en la coalición de Gobierno. Ahora bastaría con una vicepresidenta.
De tener que escoger entre las cuatro, a Pedro Sánchez no le quedaría otra que nombrar a Carmen Calvo, por su peso en el PSOE. Descartaría a Teresa Ribera por ser una técnica, con perfil político bajo, especializada en el cambio climático; a Nadia Calviño por ser una burócrata, más socioliberal que socialdemócrata, experta en las cuitas europeas; a Yolanda Díaz por ser de un partido radical y porque bastante tiene con montar el puzle de expedientes de regulación temporal de empleo, salarios mínimos, ayudas directas y reformas laborales.
Ahora bien, si Pedro Sánchez sabe apoyarse en sus cuatro vicepresidentas tendrá, además de la percepción femenina de las situaciones críticas, la visión complementaria de dos mujeres cualificadas procedentes de una tierra, Galicia, donde el empoderamiento ha venido ligado a la necesidad de resolver problemas aprovechando recursos escasos.
Tener cuatro vicepresidencias es un dispendio; tener dos vicepresidentas gallegas es un lujo.