
Dícese de aquel que dice sin decir nada y lo repite hasta ocho veces, alguna de ellas en sede parlamentaria para contar/presentar con pequeñas variantes el llamado Plan de Recuperación, transformación y resiliencia que el presidente Sánchez, sin entrar en detalles del cómo ni el cuándo, nos vendió para justificar los 70.000 millones que nos caerán como maná del cielo de la UE.
Estaba presentando síntomas dialécticos del mejor cantinflismo, que, pese a ser voz no reconocida por la Real Academia, sí acepta la palabra cantinflear, que define como «hablar sin decir nada».
En estos tiempos de banalidades, de mensajes simples para problemas complejos, de vacuidad esencial, se está imponiendo el cantinflismo en el lenguaje político cotidiano. Mario Moreno, Cantinflas, fue un pionero y un visionario. Al presidente Sánchez le faltó concluir su mensaje con la celebre y emblemática frase con la que Cantiflas cerraba sus intervenciones: «Ahí esta el detalle».
Señalaba el escritor mexicano Carlos Monsivais, al escribir acerca de lo que ha dado en llamar la erupción de la plebe en el idioma, que se está imponiendo la lógica del disparate, para analizar promesas electorales y/o políticas.
Pero el cantinflismo no esta solo, junto a el reaparece el xambolismo, que es la versión galaica del arte de no decir nada, creado por el actor coruñés Xan das Bolas, maestro en el arte de ridiculizar a sus paisanos gallegos exagerando el bello acento de quienes hemos nacido en esa parte del mundo.
Vuelven los tópicos, el análisis ligero y básico, el planteamiento elemental, la deserción de cualquier atisbo intelectual aparejado al idioma de la clase política, vuelve el auge desmedido de la consigna, de la exaltación de la frase hecha, y, en suma, el modo de hablar sin decir nada. Es más, la palabra reiterada en forma de mantra parece imponerse, véase el ejemplo más escuchado en estos días de dificultades sanitarias, de la salud vulnerada: vacuna. Vacuna, vacuna.
El sanchismo o sanchisme no es el único sinónimo del cantinflismo, los ejemplos abarcan la totalidad de las formaciones políticas, convirtiendo a un arquetípico profesor universitario emérito en un candidato electoral con marchamo público de intelectual por articular dos frases seguidas.
Del idaismo, de Isabel Díaz Ayuso, patrona universal de la hostelería, escribiremos en otra ocasión, sin ocuparnos del cantinflismo invasor del que estamos rodeados.