Poca audiencia está respaldando esta temporada a Cuéntame, y ya tiene mérito ese público fiel que después de dos décadas sigue pendiente de los líos domésticos de Merche y Antonio. Pero lo cierto es que la serie que nos enterneció por representar los valores de la familia media española está llamada a entrar en el libro récord de los dramas. Y eso, a la larga, también pasa factura, sobre todo en un año en el que los espectadores estamos viviendo una realidad tan dura como para aumentar nuestra ansiedad con tramas en las que se suceden todo tipo de tragedias. En el último capítulo, que ha rozado mínimos históricos de share, nos encontramos con un enfermo de sida al que no lo admiten en el trabajo, una chica negra a la que le dan una paliza unos policías corruptos y un vecino del barrio que se ha quedado parapléjico después de atropellar a Antonio Alcántara. Y todo esto en un único episodio. Por eso, ya digo, entre los fieles hay ya poca fe. O Cuéntame se descontamina de esa deriva excesivamente dramática o todo el público acabará por desconectar de su victimismo. Y es una lástima, porque lo que más nos acercaba a Antonio y Merche era su propia vida, sus tensiones dentro del hogar y el vaivén de su intimidad como pareja. El ruido de fondo era la excusa para verlos a ellos, pero en esa vuelta de tuerca, Cuéntame está siendo un aburrimiento.