La foto está hecha a las ocho de la tarde, cuando aún no se ha recontado nada. Ni falta que hace. A esas horas las ilusiones de Ángel Gabilondo, si algún día las hubiere, se han convertido ya en calabaza. En esta escena de ascensor quizá esté repasando mentalmente los agradecimientos por la debacle. Luego, claro, no se atreverá a decir «muchas gracias Pedro Sánchez por lograr una movilización sin precedentes... de los seguidores de Isabel Díaz Ayuso». Buen chico hasta el final, porque es el final. No hay ascensor que se precie en el que no se hable del tiempo, pero es que en este llueve dentro. Quizá alguien ose preguntarle a Gabilondo que a qué piso va. Aún van a pasar unas horas para poder dar una respuesta precisa: «Voy al menos 13». Casi a Nueva Zelanda. El viaje espeleológico gentileza de Sánchez también es, en parte, mérito suyo, pues nadie se presenta si no quiere. Al hombre le quedará el consuelo de poder ahogar las penas en una de las tabernas que visita para su CIS el inaudito Tezanos.