En torno a 126.000 gallegos mayores de 65 años viven solos. Muchos de ellos en zonas rurales de nuestra particular España vaciada, que localizamos en gran parte de las provincias de Ourense y Lugo. La Galicia litoral y sus grandes ciudades costeras apenas acogen a una parte significativa de nuestros mayores, en los que predominan mujeres sobre hombres, con un significativo porcentaje de viudas. La Xunta anuncia la creación de un radar social antisoledad. Vivir solo no es aconsejable La soledad elegida es habitualmente una circunstancia transitoria mientras que la soledad que no se elige suele ser la antesala de la tristeza estructural, de la angustia y del miedo. No contemplamos los desastres, todavía sin una evaluación científica, de las secuelas que en la salud mental provocó el confinamiento reciente.
No es una cuestión emocional, la soledad es una amputación de afectos compartidos, de preguntas en voz alta que esperan respuestas alejadas de un mero ejercicio de melancolía. Es un álbum callado de añoranzas encerradas en el gigantesco baúl de los recuerdos. Un no futuro que aguarda silencioso la llegada de la muerte.
Señalaba el escritor Octavio Paz en su texto El laberinto de la soledad que el hombre solo está lejos de si mismo, y muchos están perdidos en ese complejo laberinto, donde resulta imposible encontrar el eco de las palabras. Para quienes creemos firmemente en el dialogo cercano de la literatura nos encontramos menos solos con las páginas de los libros. Tuve noticia primera de la soledad leyendo en mi lejana adolescencia a Hesse en El lobo estepario, y de ahí hasta Alfredo Conde, en Era la soledad, o a Paul Auster en La invención de la soledad, he perseguido esa música oculta durante toda mi vida buscando los posibles antídotos que curen la herida de las soledades. Y he concluido que en la música y en los libros se encuentran parte de las medicinas paliativas.
Y sé que la soledad rural y campesina se afianza en una tarde de primavera, después de escuchar el primer canto del cuco de abril, dejando que los pensamientos de un pasado compartido broten en tu cabeza a la sombra de un carballo, o junto a un bidueiro en la orilla del río.
126.000 personas que en Galicia viven solas, 126.000 mayores de 65 años, era el dato de partida, contra la soledad.