Marruecos y la política del chivo expiatorio

Luis Grandal
Luis Grandal PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

Ramzi Boudina | Reuters

20 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay mar de fondo en los movimientos geopolíticos que está haciendo Marruecos. Ese mar de fondo se manifiesta en la puesta en escena de promover una invasión de sus ciudadanos en territorio español. Esta invasión es un movimiento telúrico, subterráneo, que el reino alauí no se hubiera atrevido a ejecutar si no contara con la aquiescencia de otros países. La atención médica en Logroño al líder sahariano Brahim Gali es solo la excusa, pero los acontecimientos de los últimos días tienen otras lecturas. La decisión de Donald Trump -tomada a finales del pasado diciembre- de reconocer a Marruecos la soberanía sobre el Sáhara Occidental, que le ha dado alas, junto con el aumento de las tensiones en la relación entre Marruecos y Argelia -país con problemas por el desarrollo de su nueva Constitución, amén de otros-, su no disimulo por participar en la cuestión Libia, o las consecuencias sanitarias y económicas por el coronavirus que generan malestar interno también influyen.

Marruecos quiere forzar a España a que reconozca la soberanía sobre el Sáhara y abandone su posición neutral y las resoluciones de la ONU sobre esta cuestión. Desde hace años ha seguido una intensa política para liderar todo el Magreb: acercamiento a la Unión Africana, a China y a otros países árabes como Jordania, Baréin o Emiratos Árabes Unidos, así como a reconocer el Estado de Israel -que aceptó, después de Trump, la soberanía marroquí sobre el Sáhara-. Además del apoyo norteamericano, Marruecos cuenta con el reconocimiento de Francia. Otra potencia. Y con el apoyo francés el país magrebí cree que tiene todas las de ganar en la Europa comunitaria, donde ha olisqueado una cierta debilidad en la política exterior.

Pero puede que Marruecos se equivoque. Tiene otro fuerte opositor: Alemania. En efecto, las relaciones de Marruecos con Alemania no pasan por su mejor momento desde este mes de mayo. Después de un tiempo de calculado silencio, el país magrebí ha lanzado una política agresiva y de presión al Gobierno alemán por su posición ante el Sáhara. Ha llamado a consultas al embajador de Berlín, al que comunicó que paraliza los contactos con la embajada y con las instituciones germanas. En un comunicado, acusa al Gobierno alemán de «multiplicar actos hostiles dirigidos a los más altos intereses de Marruecos». Esa hostilidad se resume en que Alemania, contraria a la decisión de Trump, convocó una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. Alemania mantiene la validez del derecho internacional y plantea una solución al conflicto sahariano bajo el amparo de las Naciones Unidas. Rabat también argumenta que Berlín protege a un ex condenado en Marruecos por actos terroristas. Esta persona, de origen marroquí pero con ciudadanía alemana y residente en Duisburgo, habría pasado información al servicio de espionaje alemán sobre los servicios de seguridad marroquíes. Nuevamente, como con Gali, Marruecos ha utilizado un chivo expiatorio para desplegar su venganza. Pero debe calcular las consecuencias. Las ayudas comunitarias que recibe suman 1.400 millones de euros.