La propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica de incluir el lobo en el catálogo de especies silvestres en régimen de protección especial ha generado un gran debate en Galicia. ¿Hay que proteger a toda costa a este animal cuando los avisos por ataques a la ganadería no hacen sino aumentar?, se preguntan algunos. La respuesta es complicada, pero el tema nos ha hecho pensar a muchos en los cuentos populares y en las leyendas de nuestra infancia. Y es que, ¿en qué medida la maldad del cánido ha sido construida artificialmente a través de esos relatos? El personaje lobo siempre ha aparecido en la literatura unido al bosque, como un espacio de peligro y amenaza. Como dice Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de cuentos de hadas, el lobo destructor y salvaje representa las fuerzas asociales, inconscientes y devoradoras contra las que tenemos que aprender a protegernos. La maldad de este animal es algo que el niño enseguida reconoce en su propio interior: su deseo de devorar, y sus consecuencias (la angustia ante la posibilidad de experimentar en sí mismo igual destino).
De todas las metáforas sobre el temible animal, me quedo con la del relato Os lobos de Anxel Fole. Dice el narrador de este cuento (en el que los lobos no son ni buenos ni malos, sino más bien reales) que se exceden con los hombres en dos situaciones: cuando tienen mucha hambre o cuando se dan cuenta de que infunden miedo. A través de una divertida escena, no exenta de sarcasmo, en la que invierte los roles (aquí el cazado es el hombre), explica que el animal, cuando se encuentran con un hombre solo por la sierra, «póñense a traballalo. Teñen moito distinto... Xa veredes coma o traballan». Así, los lobos «trabajan al hombre» de tres maneras: primero lo acompañan; después se ponen delante y más tarde incluso le llegan a golpear las piernas con los rabos. «Asín, pouquiño a pouquiño. Vén un intre en que o home xa non pode máis». El miedo le pone los pelos de punta, le parece que le clavan alambres en la cabeza. Se le va la voz, desaparece el sentido. Ya está perdido. Los lobos se le echan encima y lo destrozan. «Cada vinte anos ou menos, dáse por istas terras un caso dises. Desaparece un home. Crese que o mataron ou que fuxiu prás Américas. Ó cabo de dous ou tres anos ninguén fala dil. Un cazador atopa nunha xesteira unha calivera. ¿De que sería?».