
He tomado una decisión drástica: dormir de día. He empezado hoy después de pasarme la noche poniendo la lavadora, cocinando y aspirando sin dirección. Los responsables de las nuevas tarifas de la luz aconsejan adaptarnos al nuevo escenario y yo lo he hecho con todas las consecuencias. Vivo de noche y, aunque solo llevo un día, me va bastante bien.
Estoy harto de que se rían de mí con los precios de la luz. Dejando al margen cómo funciona el sistema de subasta eléctrica en España, que tiene su miga, no entiendo por qué el denominado «término fijo» representa la mitad de la factura. Para empezar, el IVA es el más alto de los tipos aplicados, a pesar de que se trata de un producto de primera necesidad; pero es que además pagamos el déficit de tarifa, subvenciones varias, etcétera.
De manera especial me sorprende que nos cobren indirectamente los derechos de emisiones. Yo tenía entendido que el que contaminaba pagaba, pero resulta que no es exactamente así. Las empresas compran y venden derechos como si fueran caramelos y al final lo pago yo si quiero lavar los calcetines de día. En poco tiempo iremos a comprar papel higiénico y, aparte de los impuestos, en la factura figurará la mutualidad de huérfanos forestales y una tarifa por exceso de deposiciones.
Lo que ya ha colmado el vaso, al menos el mío, es la tarifa por tramos. Al parecer es para racionalizar el consumo y evitar los picos de demanda a determinadas horas. Esto es muy bueno. Si usted tiene la peligrosa conducta de cocinar antes de comer o de lavar la ropa de los niños por la mañana, sepa que es un insolidario, un derrochador y que merece todo el reproche social.
Por cierto, si en casa tiene una persona enferma o que necesita algún tipo de soporte que depende de la electricidad, no se olvide de desconectar los aparatos en las horas punta, salvo el respirador, claro. Si tiene vacas, ordeñe en las horas «valle», que suena muy ecológico; y si trabaja como albañil hágalo en las horas «llanas», que es el nombre de una herramienta.
En fin, que estoy contento con mi nueva vida. Es verdad que estoy pálido, pero disfruto del pan recién hecho y del periódico al amanecer, me he hecho socio de un after y, si me aburro, busco luciérnagas. Además, con mi hábito noctámbulo evito que las compañías suministradoras me abrasen a llamadas para hacerme ofertas que evitarán que «suba el importe del recibo».
Ahora en serio. No se si conocen el chiste en el que un hombre reposa en su lecho de muerte en casa. Al acercarse el viaje final, pregunta a su familia: «¿Estáis todos? ¿Están María, Pepe, la tía Lola, el tío Obdulio y los niños?». A lo que todos responden al unísono: «Sí». El casi difunto exclama indignado: «Entonces, por qué está encendida la luz del pasillo?».
Pues eso: «Apaga a Luz, Mari Pepa, apaga a luz».