Entender la política china y descifrar las discusiones internas en el PCCH, que es el que controla con mano de hierro el país, es como enfrentarse a la hipótesis matemática de Riemann sobre la distribución de los ceros en la función zeta, aún por demostrar. Sería incorrecto e incluso injusto culpar de la pandemia del coronavirus a China y mucho menos a su población. Pero no está claro cómo demonios surgió este virus. Dado el hermetismo de las autoridades chinas, Pekín debe explicarse mejor y no hay mejor manera de hacerlo que ser transparente y permitir investigar a los científicos más expertos del mundo sobre el terreno, es decir, en Wuhan, considerada la zona cero. Por el contrario, China, después de la catástrofe, se ha dedicado a desviar las críticas mediante lo que podíamos denominar la «diplomacia del barbijo», regalando mascarillas en los primeros momentos de confusión y caos.
A la petición de explicaciones norteamericana se han unido los franceses, los británicos y de manera más tímida los alemanes, además de científicos muy solventes. A Wuhan, capital de la provincia de Hubei, le llaman «la pequeña Francia» porque es donde estaba la sede del protectorado francés sobre China en el siglo XIX. Las firmas industriales francesas más conocidas están allí instaladas. También el Instituto de Virología de nivel P4, el más alto por el grado de peligro, que se dedica al estudio de patógenos. Este laboratorio fue construido por Francia, con tecnología francesa, y se entregó llave en mano en el 2017 al Gobierno chino. El objetivo era combatir de manera conjunta los virus emergentes como el Sars o la gripe aviar. En el acuerdo franco-chino se establecía que 50 científicos franceses trabajarían en el laboratorio durante cinco años. Tres años después ya no quedaba ninguno. No hay evidencia de que el virus se haya escapado del laboratorio y todo lo que hay hasta ahora son conjeturas y teorías conspiratorias. Pero dada la actitud poco transparente del Gobierno chino, lo lógico es que surjan dudas razonables. Los científicos franceses no tienen control del laboratorio y esto resulta, cuanto menos, sospechoso. Lo que da pie a cualquier fábula.
Nada es concluyente. Las hipótesis hasta ahora se basan en que el origen del coronavirus es natural, aunque tampoco hay certeza. Por el momento es un misterio. Por eso debe primar la cautela. Pero ser cautelosos no impide exigir a China más colaboración y transparencia. Está en juego la salud de la población mundial. Las miradas se dirigen al trabajo de la viróloga Shi Zhengli, jefe del laboratorio de Wuhan, y su expediente investigador sobre el vínculo coronavirus-murciélago y el posible contagio a humanos. La científica está silenciada por el Ejecutivo. ¿Ha habido manipulación en el laboratorio y de manera no intencionada se ha provocado un accidente por un paso en falso durante el proceso científico? Esta es la tesis publicada en algunos medios. Oficialmente no hay respuesta, pero acabará descubriéndose la verdad.