ETA y los indultos

Fernando Salgado
fernando salgado LA QUILLA

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

10 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A raíz de los indultos a los presos del procés, varias voces han recordado a ETA y los esfuerzos realizados -políticos, policiales y judiciales- para poner fin a su historia de terror y muerte. Unas -Zapatero o la ministra Celaá- para resaltar la necesidad de abordar el conflicto catalán mediante la indulgencia y el diálogo. Otras, como la de mi amigo Roberto Blanco, para concluir que, así como ETA fue derrotada exclusivamente por la acción policial y judicial, el desafío independentista solo cabe afrontarlo con idéntica receta: aguantar, aplicando la Constitución y las leyes, hasta ganar. Algo que me recuerda la tesis de los dos cajones que se atribuye malévolamente a Rajoy: en uno, los asuntos que el tiempo resolvió; en otro, los asuntos que el tiempo resolverá.

Hagamos memoria. Todos los gobiernos de la democracia establecieron puentes de diálogo y negociación, más o menos opacos, con ETA. Las conversaciones de Argel, con Felipe González. El diálogo en Suiza, con Aznar. El «proceso de paz» de Zapatero. Durante los contactos, ETA declaraba una tregua «unilateral e indefinida» y, una vez rota la negociación, reanudaba su actividad criminal. Todos los gobiernos, representados en la mesa por personas interpuestas, hacían concesiones. Algunas retóricas: Aznar llamando «movimiento vasco de liberación» a la banda terrorista; Zapatero denominando el diálogo «proceso de paz», lo que sugería que estábamos en guerra. Otras de más calado: acercamiento de presos e indultos a cambio de la paz. Centenares de etarras fueron indultados en la etapa del terror. La reinserción de ETA político militar supuso decenas de indultos ya en la época de UCD. Durante el largo mandato de Felipe González no menos de 85 presos etarras, incluidos seis condenados por delitos de sangre, obtuvieron medidas de gracia. En solo tres años, entre 1996 y 1999, el Gobierno de Aznar trasladó a casi dos centenares de presos etarras al País Vasco.

Todos los presidentes ensayaron la vía del diálogo para acabar con el terror. ¿Cómo los que utilizan ese tortuoso proceso como analogía pueden negarle a Sánchez el derecho a probar el mismo método para desatascar el enquistado problema catalán? El argumento de que aquellos fracasaron, y que este fracasará, no se sostiene. En primer lugar, niego la mayor: Suárez, González, Aznar y Zapatero no fracasaron. Sus intentos no fueron estériles: contribuyeron al debilitamiento y posterior final de ETA. No fue ninguna casualidad que la banda dejase las armas cuando gobernaba Zapatero, meses después de que el atentado de Barajas pusiese término a la última negociación.

Pero incluso quien sostenga que solo los policías y los jueces acabaron con ETA, tendrá que probar que los intentos negociadores no solo fueron estériles, sino que dieron alas a los terroristas y alargaron la vida de la banda. Porque, si no es así, tendrá que reconocer el valor per se del diálogo, aunque fracase. Un ejemplo: mientras se desarrollaron las conversaciones de Argel, España respiró durante más de un año en paz y sin atentados.