Autónomos: zancadillas, sí; fondos europeos, no se sabe
OPINIÓN
Quince meses después de declarado el primer estado de alarma, nos enfrentamos a una crisis económica provocada por las decisiones administrativas en el sentido de prohibir o limitar actividades y restringir determinadas libertades de los ciudadanos. Es momento de reconocer la necesidad de ayudar al tejido empresarial y aprobar medidas que permitan el mantenimiento del mayor número de autónomos y empresas, así como la recuperación del empleo. La reforma del ICO para ofrecer quitas y refinanciaciones de deuda es una buena medida. Porque de lo que se trata ahora es, no ya de sobrevivir, sino de sobrevivir y continuar.
El tejido empresarial de Galicia, aparte de unas cuantas grandes empresas, está integrado por pymes y autónomos. En su gran mayoría han sabido adaptarse a lo que las circunstancias requerían, orientando su modelo productivo a la ayuda social, a través de la fabricación de mascarillas y otro material sanitario, apoyo logístico, donación de alimentos, etcétera, mostrando un comportamiento ejemplar.
La escasez de ayudas directas por parte del Gobierno, y la tardanza en los exiguos planes de rescate autonómicos han provocado que cientos se hayan quedado en el camino. A lo largo del 2020 Galicia perdió una media de cuatro autónomos al día; hoy tenemos 32.000 empleos menos que antes de la pandemia, casi 5.000 negocios menos y la sangría diaria continúa. De seguir inamovibles, lo peor puede está por venir.
Los fondos europeos se presentan como una gran oportunidad de dinamización de la economía gallega. Es imprescindible que empresas, pymes y autónomos puedan acceder ellos; de otro modo, solo tendremos paro y miseria. Esos fondos han de ir acompañados con una rebaja de la carga fiscal que soportamos y del apoyo directo a la solvencia de las empresas. Para que todo eso sea posible hay que desburocratizar los mecanismos de acceso a las ayudas, hacerlas próximas a través del diálogo con las organizaciones.
En Galicia hay mucho talento, grandes ideas y magníficos proyectos. Se trata de que desde la cooperación y con el respaldo (en lugar de la zancadilla habitual) de las administraciones podamos desarrollarlo. El único camino pasa por hacer llegar esos fondos a la economía productiva. En este contexto, todas las empresas son importantes, desde la de mayor tamaño hasta la más humilde. Precisamos que el Gobierno deje de ser un problema, que reme a favor o al menos no estorbe. Necesitamos medidas impulsoras que posibiliten la recuperación y la atracción de inversores, ofreciéndoles seguridad jurídica, un entorno amable en lugar de hostil, facilitar su localización e implantación, menores cargas tributarias y menor coste social. Tal vez entonces seamos capaces de que Galicia sea un lugar idóneo para crear una empresa, desarrollar un proyecto y prosperar, creando riqueza y empleo de calidad.