Blanco Amor y la esencial galleguidad de Pardo Bazán

Adolfo Sotelo Vázquez CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA. DIRECTOR DE LA CÁTEDRA CAMILO JOSÉ CELA.

OPINIÓN

ANGEL MANSO

28 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El 17 de enero de 1965, Eduardo Blanco Amor regresa a España. Tiene 68 años y hasta su fallecimiento en Vigo a finales de 1979 va a dedicar parte de sus trabajos y sus días al periodismo. Colabora en La Vanguardia barcelonesa (1968-1976), La Hoja del Lunes y La Región, de Ourense (67-71), El Correo Gallego, de Santiago (68-70), y La Voz de Galicia, de A Coruña (70-79). 

En este copioso haz de artículos destaca una serie, ¿Quiénes son los escritores gallegos?, publicada al final de la primavera del 78 en La Voz de Galicia, que, contextualizada, nos ofrece la defensa de la esencial galleguidad de algunos escritores expatriados por no escribir en gallego: Feijoo, Pardo Bazán, Valle Inclán, Torrente Ballester o Cela, entre otros.

En una entrevista concedida a La Vanguardia (12-IV-1974), con motivo de la versión castellana de Xente ao lonxe, Blanco Amor reprueba «la habitual estulticia de considerar los pueblos de España como una especie de apartes regionales». A la vez, en varios artículos ataca a los que se creyeron únicos en el amor a la patria y «monopolistas de su cuidado». Desde esta encrucijada se debe entender su deserción del galleguismo tradicional por ruralista y provinciano, patente en otras series de artículos paralelos a los de La Voz, como los dedicados a Ortega y Gasset en La Vanguardia, donde ironiza en torno a la «hispanidad encanijada».

El primer contacto de doña Emilia con la esencial galleguidad es a través del padre Feijoo, de quien Blanco Amor editó, con un brillante prólogo, una Antología popular en 1966, con pie de imprenta del Centro Gallego de Buenos Aires. Feijoo «resulta gallego de cabo a rabo», no solo por particularidades de su estilo, sino por su «precavido y natural escepticismo».

En la variada producción (novelas, relatos, crónicas, ensayos, discursos y conferencias) de Pardo Bazán, Galicia, su paisaje, su caracterología, sus letras «e incluso algunos aspectos sociales muy modernos y a veces agresivos, la mentalidad de su tiempo y desde la óptica de su clase son tratados de frente o de refilón». La médula de su personalidad es gallega y su obra es de una esencial galleguidad, a pesar de ser una expatriada, porque «no escribía en gallego, aunque lo hablaba a la perfección» (según los recuerdos de Eduardo, su madre, Aurora Amor, la escuchó conversar en un gallego muy fino, muy elegante, casi como el francés, «sin tanta garganta y narices», en una de sus visitas a Ourense).

El feminismo de doña Emilia es otro aspecto de su esencial galleguidad, porque «inserta o simboliza un elenco de siete siglos de mujeres gallegas protagonizadas por el saber, la acción, la abnegación, el talento creador o incluso el escándalo». En efecto, Blanco Amor se siente más solidario de la esencial galleguidad de Pardo Bazán o Valle Inclán que con «As berzas de meu pote, de aquel memorable paisano que exhibía en el letrero de su comercio porteño esta afirmación de fe: Fulano de tal, poeta gallego, pero buen sastre».