Las cebas o xebras lograron hace unos meses un destacado artículo de la revista Time, Sembrando el Océano, de la mano de Ángel León, chef de Aponiente, quien logró cultivar la zoostera, una planta marina que crece en mares de poca profundidad y que tiene flores, frutos y semillas, para ser utilizada como alimento. Un arroz o trigo del mar. Profecía imaginada de Julio Verne o realidad de viejo.
«Una semilleja de una hierba que nace debajo del agua en el mar, y también les sirve de pan», utilizada por los siris, un pueblo nómada que vivía entre el desierto y el mar en tierras del golfo de California, de acuerdo con Ana V. Pérez de Arlucea, quien cita las crónicas de los jesuitas que misionaron allí en los siglos XVI y XVII.
Tierras de un mar explorado en 1940 por el premio Nobel John Steinbeck y su amigo Ed Ricketts -uno de los primeros biólogos que estudiaron el ecosistema intermareal, autor de un libro clásico en ecología marina, Between Pacific Tides-, en un pequeño barco sardinero, el Western Flyer, decididos a no dejarse apasionar por pequeñas verdades.
«Entremos en el Mar de Cortés -decíamos- dándonos cuenta de que nos convertiremos para siempre en una parte de él», así cuenta Steinbeck en la introducción de Por el Mar de Cortés del ánimo que los guiaba en la descubierta ecológica del mar donde, según los jesuitas, los siris recolectaban los granos de la zoostera marina, una planta que Steinbeck y Ricketts encontraron en la albufera de Agiabampo, en la frontera entre Sonora y Sinaloa, al final de su viaje.
La Galicia de la zoostera cuenta con buen número de trabajos científicos, y si bien en la tradición cultural gallega las cebas o xebras y sus cebales se tienen por un elemento de conflicto con otros usos de los ecosistemas, hasta el extremo de arar los fondos de los bancos marisqueros, esta percepción se ha ido objetivando con la aportación de los científicos. Sin que sirva aún como alimento.
Una buena síntesis de la importancia y la percepción de las praderas de zoostera en Galicia, un ecosistema con funciones ecológicas muy relevantes, incluyendo su papel antibacteriano y su función depuradora, se ha publicado recientemente en Grial por los ecólogos Emilio Fernández, Carlota Barañano y Gonzalo Méndez.
Si han seguido estos días las crónicas en torno al Encuentro de los Mares, les habrá sorprendido que Espe Abuín atienda al «mar que se come». Acertada y necesaria contraposición a los otros usos y abusos del mar que recoge el Ministerio de Transición Ecológica, y contribución al recién iniciado debate sobre la energía eólica marina o la minería submarina.
Un mar que se come donde las rías, las praderas de zoostera y las algas necesitarán entenderse y entenderlas, tal y como sostuvo la científica americana Karen McGlathery sobre los beneficios de la recuperación de cebales o praderas marinas en el encuentro de este año. Hasta el extremo de situar con ello en el 2050 un horizonte previsible para una reconstrucción de la vida marina. Como un sueño de Nemo o del profesor Carlos M. Duarte.