A mí, donde me pongan una democracia al punto...

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Ernesto Mastrascusa | Efe

15 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pedro Sánchez estuvo muy rápido para poner en la picota con su «chuletón» al ministro comunista Alberto Garzón cuando este propuso limitar el consumo de carne. Podría haber reaccionado de igual manera cuando sus socios de Unidas Podemos ensalzan el castrismo en plena represión de las libertades y los derechos humanos en Cuba. «A mí, donde me pongan una democracia al punto, eso es imbatible», podría haber dicho, por ejemplo. Y ni siquiera le hubiera hecho falta citar la palabra tabú para un ministro del PSOE que quiera seguir en el cargo cuatro días después de ser nombrado: dictadura. Lo único que dijo Sánchez en una entrevista televisiva en prime time, después de que le mostraran imágenes de la represión y le informaran de la detención de una periodista de un medio español, es que «Cuba no es una democracia». Quizá alguien podría sospecharlo antes de esa exclusiva, ya que en 60 años no ha habido en Cuba unas elecciones libres ni hay allí más poder que la dictadura sangrienta de los hermanos Castro y sus secuaces.

Al Gobierno bonito 2.0 de Sánchez le ha salido un grano incluso antes que a aquel primer equipo, cuando se descubrió que Màxim Huerta, el efímero ministro de Deporte que odiaba el deporte más que el actual, estaba condenado por fraude fiscal. Aunque quizá menos mediática, dada la condición farandulera de aquel ministro accidental, la cosa es ahora bastante más seria. Después de haber incluido en el pack de la purga gubernamental a la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, haciéndole pagar por la torpe diplomacia de todo el Gobierno ante la provocación de Marruecos y la entrada en España del líder del Frente Polisario con identidad falsa, al nuevo canciller y al Ejecutivo entero les estalla en la cara Cuba.

Marruecos y Cuba son para España mucho más que el país vecino y la isla bonita. Y si la satrapía marroquí se burló del Gobierno español comparando Cataluña con el Sáhara, el castrismo se chotea de cualquier democracia diciendo que ha visto «peores escenas de represión en Europa que en Cuba». Podemos llama dictadura al Gobierno húngaro del impresentable Orbán, socio en la UE, y Sánchez pide sanciones para él. Pero nadie del Ejecutivo es capaz de decir al menos que lo que está sucediendo en Cuba es intolerable.

Mientras se reprime a la población que pide libertad y arroz, y se secuestra a la prensa que lo cuenta, no se trata de exigirle al Gobierno que llame dictadura al castrismo, porque negarlo es como negar que hay sol. Pero sí de que condene duramente lo que sucede ahora mismo en Cuba. Y no hay manera. El episodio sirve para recordarnos que tenemos dos ministros del Partido Comunista de España, algo que constituye ya una excentricidad en el mundo libre, y un secretario de Estado como Enrique Santiago que directamente es leninista. Pero lo más alarmante es que, como acabamos de comprobar con la remodelación, el jefe del Gobierno español no tiene autoridad sobre esos ministros, digan lo que digan sobre Cuba. O sobre España.