Y cada año, casi siempre por agosto, reaparecía Nessie. El fabuloso monstruo serpiente del escocés lago Ness, que se dejaba ver al anochecer emergiendo su cabeza por la superficie. Era una alimaña estacional que solo husmeaba a los forasteros que acudían a la orilla durante el mes de agosto. Luego volvía a ocultarse en los recodos secretos del lago, y hasta otra.
Su rastro informativo en las páginas estivales de los diarios se perdió para siempre engullido por las fake news de las redes sociales.
Hace un par de años, a Nessie le salió una réplica cuando un conocido medico vallisoletano y un policía municipal afirmaron haber visto un auténtico cocodrilo del Nilo navegando las aguas del Pisuerga. Un mes largo permaneció el fantástico descubrimiento, para luego escabullirse de forma repentina.
Ahora, en tiempos de pandemia recurrente, ya no existen noticias tan ingenuas y solo circulan informaciones tendenciosas que sobre todo en las redes difunden los activistas antivacunas, terraplanistas y negacionistas que mantienen que desde las estrategias nocivas de los poderosos de la Tierra nos están inyectando nanochips a mayor gloria del control humano de Bill Gates, Elon Musk y un par de megamillonarios más, dispuestos a controlar el universo.
En los años recientes, por no haber no hay ni la canción del verano que ponía la banda sonora al estío, con Georgie Dann difundiendo chiringuitos y sospechas de «que será lo que tiene el negro».
Quizá a las serpientes veraniegas las haya sustituido el dragón catalán de Sant Jordi, que dice que con la ampliación/chantaje del aeropuerto barcelonés de El Prat se van a crear 83.000 puestos de trabajo, y para ello la magnanimidad manirrota del presidente Sánchez acordó invertir 1.700 millones de euros para ampliar la nueva pista.
Eso sí que son al menos una docena de serpientes con Saturno al frente devorando a su hijo desde el cuadro de Goya. Está claro que me equivoqué al añorar la vieja serpiente que cada mes de agosto navegaba por entre las páginas de los periódicos para hacernos soñar con bestias náuticas, como antes lo hiciera Julio Verne. Está claro que entre reptiles marinos y dragones anda el juego.