Contra la frivolidad

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

KOPA

09 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

He regresado a Diario de un escritor, alma de Dostoievski. Es un libro tan humano que en estos tiempos de inhumanidad (donde las humanidades han desaparecido de la escuela, por ejemplo) resulta absolutamente imprescindible. Dostoievski no precisa campañas de lanzamiento ni ser políticamente correcto para tener sus fieles, incondicionales que nunca lo abandonan ni abandonaron. Adictos que nunca lo abandonaremos. No precisa cumplir con el canon de la ortodoxia del sistema literario o académico, que busca desesperadamente gentes, con méritos o carentes de ellos, que se adapten a lo que solicita la modernidad de esta España y de esta Galicia sumisas en lo cultural y aprisionadas por el tedio. Las academias, las reales y las irreales, dan cabida a gentes tan diversas que en una de sus reuniones unos pueden estar hablando de la necesidad de provisionar fondos para que la literatura LGTBIQ tenga prevalencia, otros de quién entrará y se sentará en la docta casa (todo acorde con los modos y usos del presente, no con el saber o la excelsitud), otros de la colocación del pronombre átono en frases exclamativas y algunos, los más, de sus cuitas y odios y desgarros personales, que nada tienen que ver ni con la lengua ni con la literatura. Y mucho, eso sí, con lo reales e irreales que parecen ahora las academias, una pena. Lo estamos contemplando con el aniversario de doña Emilia Pardo Bazán. Ni ahí hemos sido capaces de ponernos de acuerdo. Quizá porque a nuestra Real Academia cada día le importa más el componente ideológico y menos, mucho menos, el filológico o literario.

Vuelvo a Dostoievski. Un eterno. Perdurable. En eso consiste la escritura clásica: poseer una infantería de lectores que a cada paso, en cada lectura, descubren y redescubren las obras de los genios. Yo no sé qué haría sin Dostoievski. Y más en este tiempo de peste y frivolidad. La frivolidad también es una peste. Todo se ha banalizado tanto que a los gobiernos llegan incluso gentes que carecen del mínimo don para gobernar. Hay que leer a Dostoievski contra la intelectualidad servil, que nada dice, que todo calla, que tolera sin rubor y sin un amago de crítica eso que yo llamo desde hace años «el progreso imparable de la estupidez». Dostoievski ayuda. Sin este autor le faltaría algo, mucho, a la historia de la literatura. A Dostoievski no es preciso ni siquiera anunciarlo. Como las hormigas, va construyendo diacrónicamente su nicho comercial, sus lectores y devotos. Yo, reitero, soy uno de ellos. Su vehemencia, implacable, me aprisiona. Su rotunda vocación de artista, ahora que las vocaciones flaquean y abunda el sucedáneo, engrandece el deseo de seguir defendiendo lo esencial. Diario de un escritor son 1.600 páginas. Artículos, reflexiones, crítica y crónicas de este escritor máximo publicados, casi en su totalidad, en la revista Ciudadano. Es una obra contra la frivolidad: política, cultural, social. Maldita sea la frivolidad. Es la segunda peste que te araña, ciudadano.