Malos tiempos para la meritocracia

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

LINDSEY WASSON | Reuters

10 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El texto en el que el Ministerio de Educación aboga por otorgar un «sentido socioemocional» a la asignatura de matemáticas en la etapa de primaria, de manera que prevalezca el «bienestar del alumno» para «combatir actitudes negativas» hacia esta materia, no es sino la culminación de un proceso por el cual este Gobierno está dispuesto a acabar con la cultura del esfuerzo y el mérito, de forma que, en aras de un igualitarismo mal entendido, todos sean evaluados de la misma manera independientemente de sus resultados, y reciban la misma recompensa al margen de cuál sea su sacrificio. Sostiene el Gobierno que lo más importante a la hora de enseñar matemáticas es que los alumnos desarrollen «resiliencia» -término que no puede faltar ya en ningún texto que emane del Ejecutivo- y que «entiendan el error como una oportunidad de aprendizaje». Todo ello, por encima del objetivo de que el alumno adquiera los conocimientos matemáticos necesarios para desarrollar un pensamiento lógico y una mente capacitada para la abstracción, que es en realidad lo que resultará fundamental para poder desenvolverse luego en su vida como adulto.

Nada bueno puede ocurrirle, desde luego, a un país cuyo Gobierno no solo está empeñado en acabar por la vía rápida con la meritocracia, sino que presenta la exigencia y el esfuerzo personal como cuestiones negativas. Todo este disparate es coherente con que el ministro de Universidades, que incomprensiblemente sigue siendo Manuel Castells, diga cosas como que impedir que un alumno pase de curso por suspender es algo «injusto» y «elitista»; o que Isabel Celaá, que afortunadamente ya no es la ministra de Educación, sostenga que un alumno puede ir pasando de curso en curso desde los 6 a los 18 años, independientemente del número de asignaturas que suspenda, siempre que alcance «un adecuado grado de madurez». Algo que sin duda rebaja la exigencia y no anima a perseverar en el estudio.

El ataque a la meritocracia y la excelencia es ya un lugar común entre ciertas posiciones ideológicas. Y ahí se enmarcan cuestiones muy diversas como la de pretender acabar con el MIR, garantía de que los que más estudian ocupen los puestos más ambicionados en medicina, o la propuesta del valenciano Ximo Puig de que Madrid compense fiscalmente a las comunidades que gestionan peor su economía y sus impuestos.

Con ocasión de la retirada de la extraordinaria gimnasta Simone Biles de los Juegos Olímpicos, y de su ejemplar entereza al admitir que su problema era de ansiedad, y no una lesión física, se han escrito textos admirables, pero también muchas tonterías, cuestionando como algo negativo el sacrificio y el esfuerzo necesarios para llegar a ser un deportista de élite, confundiéndolos con el inadmisible maltrato físico o psicológico a los atletas, que debe ser erradicado y castigado. Para algunos, todos deberían licenciarse con los mismos honores, saquen sobresaliente o suspenso, y todas las competiciones deportivas deberían acabar en empate para que así nadie vea lesionada su autoestima. Y no es eso, no es eso.