Uno se malicia que el Registro Estatal de Profesionales Sanitarios todavía no se ha completado. El ministerio acude a un grupo consultor para que asesore sobre necesidades de médicos especialistas. Los consejeros de salud y la titular del ministerio planifican en base a ello y a sus datos, o eso parece. Pero aun así no se sabe cuántos de los MIR formados cada año son retenidos por el sistema gallego de salud. O a dónde se van, y por qué. O cuántos médicos sin especialidad actúan en el sistema. O el papel de los Puntos de Atención Continuada en el empleo y la ocupación sanitaria, y su incidencia en esa desbordada atención primaria, todavía por reformar. Y cuál será la incidencia de las jubilaciones. Y si faltan médicos -como dice el conselleiro- o están mal organizados.
Lo que no impide que el presidente de la Xunta reclame una convocatoria MIR en octubre para paliar la escasez de médicos de familia. Escasez que nadie, ni él mismo, cuantifica. Olvidándose de lo que sabe sobre esto de formar médicos especialistas, una competencia compartida de tres patas, de las que dos dependen del Gobierno autónomo: la capacidad docente, unidades acreditadas y tutores, y la oferta de plazas dotadas económicamente.
A la última convocatoria MIR se presentaron unos 13.000 médicos. De los que el 61 % procedían de universidades españolas y el 31 % de universidades extranjeras. Se ofertaron casi 8.000 plazas -391de Galicia, el 4,5 %-, lo que suponía una ratio de 1,05 presentados de universidades españolas por plaza. Los graduados de universidades extranjeras saben que hay trabajo de médico fuera de la vía MIR y que en ese mercado «no MIR» se cobra más que de residente y no impide presentarse cuantas veces se quiera a la única formación especializada que existe desde 1999, cerrada la consolidación de los mestos («médicos especialistas sin título oficial»).
Uno deplora que la formación sanitaria se pueda alterar también por un acuerdo irreflexivo, entre PSOE y Unidas Podemos, para una hipotética transferencia a Cataluña. Si no fuera una vez más una serpiente de verano, como apunta el presidente del Colegio Médico de Barcelona, que ha llegado a tener más de la mitad de asociados procedentes de universidades extranjeras. Pero el MIR ha sufrido otros problemas, como el decreto de troncalidad del Gobierno del PP de julio de 2014 que, con la oposición de organizaciones médicas y rechazado por el Tribunal Supremo, fue abandonado en enero del 2019. Troncalidad que retrasó mejoras imprescindibles del MIR al aplazar algunas comunidades autónomas el desarrollo del Real Decreto 183/2008 en torno a las unidades docentes, la importancia del jefe de estudios y las comisiones de docencia, y el papel nunca reconocido de los tutores en sus derechos y deberes, así como el establecimiento de nuevas especialidades y la observancia del estatuto del residente. Sin datos, con su ciencia, caben excusas y mal se toman decisiones de organización y gestión aplazadas en la sanidad.