Las partes contratantes de la demolición

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

David Zorrakino | Europa Press

13 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La cada vez más insufrible matraca del separatismo catalán ha logrado colarse otra vez en nuestra actualidad, dominada por la crónica diaria de la evolución de la quinta ola del covid-19 y las típicas noticias del verano, que las hay, igual que las canciones del inimitable Georgie Dann: gastronomía, playas, viajes o fiestas populares.

Anteayer la CUP volvió a recordar al presidente de la Generalitat lo que este parece querer olvidar todos los días: que sin el apoyo de la extrema izquierda separatista, ERC (33 escaños) no puede gobernar, pues son los nueve de la CUP los que mantienen en su puesto a Aragonès.

Tal recordatorio -de una obviedad apabullante- es mucho más trascendental para la política española de lo que parece a simple vista. Y ello por dos razones esenciales: porque lo que pretende la CUP reafirmando su papel de llave en la gobernabilidad en Cataluña es dejar claro que no está dispuesta a asegurarla si no es para marchar hacia la amnistía y la autodeterminación, que son también las reivindicaciones esenciales de JuntsxCat (32 escaños), la tercera pata del Gobierno catalán; y, lo que no es menos importante, porque una elemental aplicación de la propiedad transitiva (si A se relaciona con B y B con C, A se relaciona con C) pone de relieve el desatino al que nos ha conducido la política de pactos de Pedro Sánchez para mandar a toda costa (gobernar es otra cosa). Dado que su Ejecutivo depende de ERC, y el de ERC depende de la CUP, es fácil inferir que el futuro de España está hoy, en última instancia, en manos de un partido antisistema que tiene 188.000 votos en números redondos: una fuerza política que impulsa un nuevo golpe de Estado para alcanzar la independencia y que ha apoyado hasta la fecha todas las movilizaciones vandálicas que se han producido en Cataluña a favor de forzar la secesión y la amnistía en las calles plantándole candela a lo que se le pone por delante.

Ante tan desolador panorama, que domina nuestra política desde la aprobación de una moción de censura que salió adelante con unos aliados inaceptables en un Estado democrático de derecho (ERC, PDeCAT y HB Bildu) y que se asentó con el resultado de las elecciones catalanas, ha aparecido de nuevo el PSC (genio y figura), que igual sirve para defender la autodeterminación que para lo contrario, ofreciendo su apoyo parlamentario a ERC en caso de que pierda el de la CUP.

De ser el caso, el resultado final de los pactos entre las partes contratantes del caos hacia el que marchamos a paso de gigante (PSOE, ERC y PSC, además de Podemos y En Comú Podem, apoyo seguro de todo lo que debilite la estabilidad del sistema constitucional) sería increíble para cualquier dirigente socialdemócrata europeo: un Gobierno en Madrid y otro en Cataluña en los que la pieza clave son dos partidos secesionistas, que han montado un golpe de Estado contra la Constitución y la unidad del Estado, y que trabajan para la demolición de ambas en amor y compañía con el Gobierno de España. ¿Alguien da más?