Antes de que el covid decretase el confinamiento de verbenas, conciertos y recitales, y condenase al destierro y la miseria a centenares de músicos componentes de las orquestas del país, a agrupaciones de gaiteiros, a los comandos pirotécnicos que llenaban los cielos gallegos de atronadoras bombas de palenque, el fin de semana de los días 15 y 16 de agosto Galicia era una fiesta plural y colectiva. Una romería interminable de norte a sur y de este a oeste llenaba de festas rachadas toda la geografía gallega.
La Virgen de agosto y nuestro señor san Roque, abogado de «pestes y de males», eran el pretexto para celebrar las fiestas patronales y proclamar que éramos felices al menos durante veinticuatro horas, festejando que en nuestra aldea, pueblo o ciudad el carro festero hacía su parada y fonda anual.
Eran días de encuentros y de abrazos, de vuelta al terruño, a los orígenes, a la memoria atávica, a la antropología de la nostalgia, a las comidas infinitas y pantagruélicas, a los bailes en la plaza o a las verbenas nocturnas en el malecón, y al gin-tonic en la terraza mientras suena amable y decadente la música de fondo que toca la orquesta.
Pero este año no será así. La pandemia decidió castigarnos con su ruleta infame de contagios y de muertes y nos prohibió el goce y el disfrute de nuestras entrañables fiestas, convirtiéndolas en la foto fija de los recuerdos mas añorados.
Este fin de semana tendrían que haberse celebrado las fiestas de quince, la procesión matinal después de la misa solemne, la sesión vermú, los desfiles de gigantes y cabezudos con su algarabía infantil, la gaita que suena desde la distancia que marca la saudade... Todo esto se ha convertido solo en memoria de lo que hemos vivido cuando la llamada normalidad imperaba en nuestras vidas y regulaba los ciclos vitales que cada agosto decretaban las fiestas para solaz y disfrute de la ciudadanía.
Estamos atormentados, asustados y somos altamente vulnerables. El virus asesino se quedó con nosotros mermando nuestras libertades, y la fiesta de agosto, las fiestas del quince, son libertad.
Volverán las verbenas y la fiesta, tendremos que esperar y no dejarnos llevar por desánimos y desesperanzas, cuando el maldito virus comience su mutis por el foro (danzad, danzad, malditos). Volveremos a celebrar, comme il faut, las fiestas del quince. Lo celebraremos, seguro.