El juez Marlaska empapelaría al ministro

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

Rodrigo Jiménez | Efe

19 ago 2021 . Actualizado a las 08:53 h.

Mientras Pedro Sánchez sigue en Lanzarote ajeno a los problemas de la luz y Afganistán, uno de sus ministros de guardia, Fernando Grande-Marlaska, va camino de crear un incendio de grandes dimensiones con la devolución de decenas de menores no acompañados a Marruecos desde Ceuta.

El titular de Interior, que no dudó en atacar al PP desde un atril del PSOE en plena campaña madrileña mientras era incapaz de esclarecer el caso de las misteriosas balas amenazadoras que recibieron Pablo Iglesias y -curiosamente- él mismo pocas horas después, ha dado una nueva muestra de escapismo al intentar desviar las culpas de un proceso bajo sospecha al presidente de la ciudad autónoma, Juan José Vivas, quizá el único miembro del PP que se ha atrevido a socorrer al juez en excedencia en pleno aluvión de críticas.

Marlaska ha enfadado a los suyos del Gobierno con la entrega a Marruecos de los jóvenes en pleno agosto. Ha contrariado a sus aliados, empezando por Unidas Podemos, que no ha perdido la ocasión de disparar contra la errática gestión del responsable de Interior con la ayuda de nacionalistas e independentistas. Tampoco ha hecho amigos en las filas del PP o Ciudadanos, molestos por los bandazos en la política migratoria y por la falta de información. Y ha acabado por irritar a Vivas al intentar culparle de una medida que no tiene capacidad para tomar. «Las devoluciones se han hecho de forma coordinada con el Ministerio del Interior», tuvo que defenderse el presidente de la ciudad autónoma.

Antes, Marlaska también se ofuscó con sus compañeros de la carrera judicial. Por medio de un secretario de Estado, se atrevió a contestarle al juez de la Audiencia Nacional que investiga la salida de los menores que no tenía competencia para asumir el caso porque, afirmó, el ministerio había dado un ruego y no una orden para la entrega.

Muchos juristas no salen de su asombro con esa actitud. «Si Marlaska fuera el juez instructor, empapelaría al ministro. Sin dudarlo», explicaba ayer un magistrado a preguntas de este periodista. Y no sería la primera vez, porque en el historial del que en el 2018 fue uno de los fichajes estrella del «Gobierno bonito» de Sánchez ya se hubiera tenido que empapelar a sí mismo en casos como el del cese del coronel Pérez de los Cobos.

A los analistas de la vida en el interior de la Moncloa les sorprende que sea la Fiscalía General del Estado la que esté azuzando las pesquisas contra Marlaska. Sí, la Fiscalía de la que Pedro Sánchez recordó aquello de que todo el mundo sabe quién manda allí. La Fiscalía que dirige, conviene no olvidarlo, su excompañera ministra Dolores Delgado, la misma que figura en alguna de las miles de grabaciones del denostado Villarejo cuestionando la orientación sexual del magistrado.

Pero Marlaska no se da por enterado. Su capacidad para ocultar los errores de su departamento le ha permitido sobrevivir a la primera gran remodelación del Gobierno. El problema es que respuestas como la de Ceuta no tapan el despropósito.