Si el sábado abrí el curso político con la metafórica propuesta de Sánchez regresa a Ítaca, hoy revisito la Odisea para explicar qué le pasa a Casado, al que veo peligrosamente enredado en las redes de Circe, la hermosa hechicera de la isla de Eea. Mi impresión es que el presidente del PP, que está haciendo su viaje desde Troya a la tierra que él mismo se prometió, está estresado y sorprendido por los zigzagueos de Sánchez, porque, tras haber planificado un cerco breve y expeditivo contra el tinglado socialpopulista, no percibe la amplia reacción anti Sánchez que esperaba de los electores.
El receso político del verano -que Bolaños adobó con la impostada evacuación de Afganistán, la apropiación indebida de las vacunas, el tedio del independentismo, la buena temporada turística, la llamada telefónica de Biden, los elogios de la UE y los efectos balsámicos de los ajustes realizados en el Gobierno y el PSOE- trajeron a la opinión pública la transitoria sensación de que el presidente ha recuperado las riendas de su cuadriga, limado las ínfulas de Yolanda Díaz, moderado las disensiones internas en el seno de la coalición, y reforzado un Gobierno personalista que -a pesar de ser anticuado y utópico- ha conectado con el populismo rampante.
En esta tesitura, la nave de Casado acaba de fondear en la isla de Eea, donde, a fuerza de coqueteos y guiños mal medidos, está cayendo en las redes de sus correligionarios más interesados y livianos, y en los temas más rancios y manidos de su reiterativo repertorio: entregarle la Justicia a los jueces, bajadas de impuestos a tutiplén, reunificar la derecha batallando con sus posible aliados, tratar como una plaga a la mayoría del Congreso, y recuperar todos los tópicos derivados de la lucha antiterrorista, la deslealtad independentista, los fugados, los populistas antisistema y los empresarios pactistas, reprochándole a todos, per modum unius, que entorpezcan su asedio al Gobierno y que ayuden a prolongar tres otoños más la dura competición por la salvación de la patria. Todo lo cual apunta al peligro de que la nave popular sea retenida por la hechicera Circe, y no se atreva a cruzar -entre Escila y Caribdis- el estrecho de Mesina.
Por eso debemos preguntar qué le sobra o le falta a Casado para replantear el sitio a Sánchez. Y esta es la respuesta: le sobran la prisa, la frivolidad argumental y el abuso de metáforas y argumentos de pie quebrado, que, como si estuviesen en un ejercicio de retórica, practican sus asesores. Y le falta, sobre todo, un rearme ideológico y un programa de gobierno que la derecha lleva años sin querer -o sin saber- escribir. Por eso hacen una oposición casuística y lineal que no atrae a nadie, con la esperanza de ganar las elecciones con el único y muy superado dogma -«¡es la economía, estúpidos!»- que saben formular. Casado aún puede ganar las próximas elecciones. Pero esa posibilidad se esfumará si solo consigue resistir en su silla y esperar el turno inexorable de alternancia en el poder.