No seré yo quien niegue a Ana Pontón un mérito notable: lograr que su partido, parlamentariamente en coma no hace tanto, pasase en las últimas autonómicas de 6 a 19 escaños y del 8 % al 18 % de los votos. Ni tampoco quien le regatee su hábil combinación de vaguedades sobre el programa del BNG y buen talante en los medios de comunicación, con la que alcanzó lo que antes solo Beiras había conseguido con la fórmula contraria: claridad sobre sus objetivos (la soberanía de Galicia) y unos modos, dentro y fuera de la Cámara gallega, que difícilmente podían ser peores.
Ocurre, sin embargo, que del BNG que ahora dirige Pontón con gran apoyo interno, como este domingo nos contó Domingos Sampedro en un completo y muy útil reportaje, apenas sabemos nada. Ni sobre sus planes para Galicia, ni, más en concreto, sobre la cuestión esencial de la que el BNG, vista su trayectoria, debería informar a los electores a los que pide que se sumen a un proyecto que permita al Bloque llegar a la presidencia de la Xunta: la relativa a si gobernará en clave autonómica, con un Estatuto que desprecia, o si nos meterá de hoz y coz en el mismo follón soberanista en que los separatistas han hundido a Cataluña o, antes, el PNV de Ibarretxe al País Vasco bajo su lamentable liderazgo.
Es verdad que con lemas del tipo «Cambio galego», «Galiza en marcha», «Unha nova Galiza», «Construíndo Galiza», «Galiza, un novo impulso», que ha lanzado el BNG últimamente, es no ya difícil, sino imposible, adivinar cuáles son sus objetivos. Todos ellos sirven para una cosa y su contraria y todos podían haber sido cartel del Partido Popular o de los socialistas de Galicia. Y cuando a Pontón se le pregunta directamente, como lo hizo una periodista de La Voz, si aspira a la independencia, la líder del BNG se despacha con este trampantojo: «O obxectivo da política e que a xente viva ben. Eu creo que nun marco no que decide tanto Madrid, a Galicia vaille mal. Eu o que quero é que nos recoñezan máis capacidade para tomar decisións».
Tal respuesta es, reconozcámoslo, poco coherente con el apoyo del BNG al golpe de Estado del separatismo catalán; con su insistencia en que los fugados, tras su fracaso, son exiliados y los condenados, presos políticos. Es poco coherente con que Ana Pontón se reúna en Santiago con fuerzas separatistas de nulas credenciales democráticas (ERC, EH Bildu, Sortu, CUP) para subrayar su coincidencia de objetivos. Y poco coherente, en fin, con las afirmaciones contenidas en la declaración política del BNG («Un paso adiante») que figuras ahora en su web: «É necesario superar definitivamente o modelo constitucional e autonómico», «as nosas aspiracións de plena soberanía da Galiza» e o «recoñecemento de Galiza como nación e, por tanto, do seu dereito de autodeterminación».
¿Ese será desde la Xunta, si la ganan, el programa de Pontón y la mayoría de la dirección del BNG que controla la UPG, un partido independentista y marxista-leninista? La pregunta es necesaria y la respuesta indispensable.