¿Hay tanto nazi homófobo en España?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Sergio G. Cañizares | Efe

24 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La súbita erupción del volcán de La Palma, las impresionantes imágenes que deja y la tragedia económica y social que lleva aparejada copan estos días las principales páginas de los periódicos y una gran proporción de la información televisada y radiofónica en todas las franjas horarias. De no ser por esa justificada preeminencia en la agenda informativa, me caben pocas dudas de que el debate político y la atención de los medios se centrarían en la manifestación de un grupúsculo de neonazis en el barrio madrileño de Chueca, en la que unas decenas de descerebrados lanzaron contra el colectivo LGTBI consignas tan repugnantes como reveladoras de su indigencia intelectual.

Y ello sería así porque, aunque cada uno de los ataques por razón de sexo merecen repercusión y castigo ejemplar, como cualquier otro delito de odio, todo lo que tiene que ver con lo LGTBI tiene una presencia desproporcionada en la agenda política y en los medios. Algo que distorsiona la situación real de este colectivo en nuestro país, por más que siga siendo necesario reivindicar su causa. En contra del consenso mainstream, el reconocimiento de los derechos LGTBI en España está muy por encima del de otros países de nuestro entorno. Y el acoso que sufren por una parte ínfima de la sociedad es muy inferior al que preconizan algunos.

La nauseabunda marcha por Chueca de una pandilla neonazi, que nunca debió autorizarse, y la falsa denuncia de una agresión homófoba en el icónico barrio han sido aprovechadas por la izquierda para pintar un escenario dantesco en el que los nazis son multitud y campan a sus anchas por España, y Madrid, gobernada por la derecha, es un infierno LGTBI. La realidad dista de ser esa. Según los datos actuales del ránking Rainbow Europe, entre los grandes países de la UE España es el que cuenta con políticas, leyes y prácticas menos discriminatorias para esta comunidad. Tampoco es cierto, como reflejan las estadísticas, que las agresiones homófobas estén creciendo exponencialmente, por más que una sola sea ya muy grave. Y, lejos de ser la ciudad del terror LGTBI, Madrid es la segunda urbe del mundo más recomendada para esta comunidad por la tolerancia de sus ciudadanos, la seguridad y la fortaleza de la escena gay.

La izquierda más radical, que históricamente ha bebido precisamente de regímenes donde la homosexualidad o la diversidad sexual es severamente reprimida, ha decidido utilizar a esta comunidad como bandera. La LGTBIfobia no es ni de lejos uno de los principales problemas de España. Solo un 0,7 %, según el CIS, cita «el aumento de odio, violencia y agresiones homófobas» como uno de ellos, lo que no quita para que cada caso deba ser denunciado y castigado. Pero la utilización política, la exageración y la distorsión de los datos que les afectan hacen un flaco favor al colectivo LGTBI que, como cualquier otra minoría social, étnica, religiosa o política, tiene derecho seguir reivindicando su causa y su seguridad sin que ningún partido o ideología se apropie de ella y la manipule torticeramente.