El concepto de «la más influyente» descarta a los hombres, pero no aclara si la influencia se debe al dinero, como en la lista de Forbes, o al poder, como en la lista de Time. Dejando a un lado mujeres influyentes a escala internacional, como Angela Merkel, Christine Lagarde o Kamala Harris, a escala nacional lo son la reina Letizia Ortiz, la banquera Ana Patricia Botín, la cantante Rosalía o las políticas Isabel Díaz Ayuso, Yolanda Díaz y Nadia Calviño. Tiene que haber un error metodológico, porque la más influyente en España continúa siendo Belén Esteban, la princesa del pueblo. El pueblo puede reconocer ciertos méritos de las mujeres citadas pero se hace preguntas comparativas.
¿Acaso nacieron en familias humildes, se casaron con hombres ricos y sufrieron el desprecio de sus familias? ¿Se relacionaron a menudo con gente de la farándula y el toreo? ¿Se enfrentaron con las parejas actuales de sus ex maridos? ¿Matarían por sus hijas? ¿Tuvieron que defenderse de fiscales que las acusaran de vulnerar el derecho a la intimidad y a la imagen de los menores? ¿Se armaron de valor para abrir sus corazones en cientos de programas del corazón? ¿Pisaron regularmente los platós de Salsa Rosa, El programa de Ana Rosa, La noria, Gran Hermano VIP, Sálvame y Sálvame Deluxe? ¿Vendieron tantos periódicos y suplementos como ejemplares vendió Interviú mostrando los encantos propios? ¿Fueron capaces de someterse a operaciones de cirugía estética para agradar a sus seguidores? ¿Dieron alguna entrevista con más repercusión que la portada de Lecturas mostrando su cara reconstruida? ¿Dieron alguna vez las campanadas de fin de año?...
Según la lógica del capitalismo tardío, definido por Jameson, Belén Esteban podría ser una heroína postmoderna en la España de la postmodernidad. Feminizando la frase de Maquiavelo: «La que es elegida princesa con el favor popular debe mantener al pueblo como amigo». Así las cosas, tal vez Belén Esteban siga siendo la más influyente de España.