El presidente Feijoo y su caricatura

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

15 oct 2021 . Actualizado a las 08:30 h.

Cualquiera que no sabiendo previamente nada de Feijoo lo hubiera escuchado antes de ayer, hubiera luego alucinado con las réplicas de Pontón y Caballero. Y no, claro, por el hecho de que ambos lo censurasen, incluso con dureza -que es lo normal en un debate democrático-, sino por el contenido de sus críticas, dirigidas a refutar lo que el presidente de la Xunta no dijo ni de lejos. Como si su discurso pareciese importarles un comino, los líderes del BNG y el PSdeG insistieron en hablar de un Feijoo que es una invención destinada a asociarlo al maligno personaje que la oposición necesita para romper la mayoría que apoya al presidente desde hace 12 años: un duro neoliberal, contrario al Estado de bienestar y mero agente de las multinacionales, solo preocupado, como Bertrand du Guesclin, de servir a su señor, es decir, al capital y al IBEX 35.

La disonancia entre tal caricatura y las palabras y los hechos -mucho más relevantes- de Feijoo es absoluta. El presidente abrió su intervención anunciando la gratuidad de las guarderías también para el primer hijo, desgranó toda una serie de medidas sociales y subvenciones para los golpeados por la pandemia, habló de planificación, defendió el estado de bienestar, alabó al Gobierno por los ERTE y habló mucho de sanidad y educación, dos de los tres pilares de cualquier estado social digno del tal nombre. En una palabra, Feijoo se situó en ese consenso socialdemócrata que comparten tras la Segunda Guerra Mundial la mayoría de los partidos de gobierno, de centroderecha y centroizquierda, primero de la CEE y luego de la UE.

Ello no significa, claro está, que el presidente de la Xunta no mantenga inmensas diferencias con el actual Ejecutivo del PSOE-Podemos y el cártel separatista-izquierdista que lo sostiene en el poder.

La primera: frente a esa coalición Frankenstein, que criminaliza a las empresas como enemigas del avance social, Feijoo entiende, como lo hacen la mayoría de los españoles, que son un componente esencial de una economía libre y próspera, que es aquella donde la gente tiene la oportunidad de trabajar en lugar de vivir del seguro de desempleo.

La segunda resulta obvia para todos: la mayoría absoluta permite a Feijoo elaborar un presupuesto coherente, mientras que la minoría trágica de Sánchez le obliga a hacer presupuestos irreales y sujetos a todas las tensiones derivadas de la necesidad de contentar a una patulea de partidos, algunos de ellos representados ¡por un solo diputado!

Finalmente, Feijoo, como otros gobernantes extranjeros de centroizquierda, se ha preocupado siempre por mantener el equilibro presupuestario, mientras a Sánchez solo le preocupan los equilibrios necesarios para seguir en el poder. Quizá por todo ello, Sánchez gobierna con el más diminuto apoyo socialista desde 1982, después de haber llevado a su partido a los peores resultados de su historia, y Feijoo lo hace con mayoría absoluta desde que se presentó a las elecciones como candidato a presidente de la Xunta hace 12 años.