¿Es el CO2 culpable del alto precio de la electricidad?
OPINIÓN
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La respuesta a la pregunta que encabeza este artículo es sí, pero solo en parte. El precio del CO2, determinado en el Mercado Europeo de Comercio de Emisiones (ETS), se traslada al precio de la electricidad, ya que las centrales de producción eléctrica que emiten CO2, fundamentalmente las de gas y carbón, deben comprar permisos de emisión en función de sus emisiones específicas. Por ejemplo, una central de ciclo combinado de gas emite unas 0,4 toneladas de CO2 por cada MWh de electricidad que produce y, por tanto, debe comprar 0,4 permisos de emisión. Al precio actual del permiso, unos 60 euros por tonelada, pagaría 24 euros por MWh, que, comparado con los 288 euros que está costando el MWh en el mercado ibérico ahora, supone aproximadamente un 8 %.
Si los precios del gas natural fueran más bajos, la importancia del precio del CO2 sería mayor. Por ejemplo, con los precios eléctricos del verano, que rondaban los 100 euros/MWh, el peso del CO2 se situaría sobre un 25 %. Aunque es necesario señalar que los precios del mercado europeo de emisiones están muy relacionados con los del gas natural; de hecho, en verano el precio del CO2 estaba en 50 euros/t. Si miramos más atrás, hace un año, en otoño del 2020, el precio del CO2 se situaba sobre los 25 euros/t. Por tanto, la subida del precio de la electricidad atribuible en este último año al precio del CO2 es de unos 14 euros/MWh.
Estos números, aunque aproximados, nos indican la importancia que tiene el precio del CO2 en el precio de la electricidad. Una importancia, además, buscada y promovida por nuestras instituciones. Y es que el hecho de que el precio del CO2 se traslade al de la electricidad cumple dos funciones muy importantes en el ámbito de la transición energética: hacer más rentables las fuentes de generación eléctrica bajas en CO2 (como las renovables) y dar una señal de reducción de la demanda eléctrica en tanto todavía esté basada en fuentes fósiles como el gas natural.
El ETS, creado en el 2005 como uno de los instrumentos principales de la Unión Europea para reducir sus emisiones de CO2, se regula directamente desde la Comisión Europea (CE), y en él confluyen los compradores de permisos (los que necesitan emitir CO2) y los vendedores (los que han reducido sus emisiones por debajo de los permisos que tenían y ya no los necesitan). Eso sí, solo un 50 % de los emisores están obligados a participar -las instalaciones de generación eléctrica y la gran y mediana industria-: ni los hogares, ni los vehículos, ni la pequeña industria están sujetos, al menos por ahora, a este sistema.
Como en cualquier otro mercado, el precio lo determina la interacción entre la oferta y la demanda: cuando aumenta la demanda de permisos (porque aumenta la demanda de electricidad o la producción industrial, como ocurre ahora), el precio aumenta, dando así una señal más fuerte para la descarbonización de la economía. Eso sí, la Comisión tiene un cierto control sobre los precios de este mercado, ya que es la que pone inicialmente los permisos en circulación, aunque no pueden lanzarse indiscriminadamente: su número debe ser coherente con las emisiones totales esperadas de estos sectores, porque si no el precio, como el de cualquier bien en exceso, sería cero. Un ejemplo fue la crisis económica del 2008, que causó una bajada del precio del ETS sobre los niveles previstos, al reducir la actividad económica de la UE y, por tanto, sus emisiones.
Para tratar de estabilizar el precio y dar señales más estables a los inversores en tecnologías limpias, la CE introdujo hace unos años la Reserva de Estabilidad del Mercado (MSR), que permite corregir en cierta medida la cantidad de permisos en juego, retirándolos o no del mercado según su evolución. Sin embargo, esta no es una cantidad significativa, y realmente el mercado se mueve más por las señales de reducción de emisiones que da la Comisión (por ejemplo, el compromiso de reducir un 55 % en el 2030), que hacen esperar que los permisos de emisión se reduzcan a medio plazo.
Por tanto, lo esperable es que el precio del CO2 siga subiendo, en paralelo al aumento de la ambición climática y de la necesidad de descarbonizar nuestras economías para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. El precio solo bajaría si las tecnologías que nos permiten reducir emisiones (el gas, en la medida que sustituye al carbón, o las energías renovables) bajaran sus costes más de lo previsto, ya que eso permitiría que se redujeran más de lo previsto las emisiones, y así bajara la demanda de permisos. Este es precisamente uno de los elementos positivos del mercado: que incorpora automáticamente los cambios en la tecnología y en los niveles de producción, permitiendo alcanzar el nivel deseado de reducción de emisiones al menor coste posible.