Vimos lo que quisimos ver. A Isabel Díaz Ayuso evitando ponerse al lado de Pablo Casado para una foto de familia en la presentación del libro de Rajoy. En las redes, siempre receptivas al alboroto y los desencuentros, sobre todo si aquejan al PP, se convirtió en tendencia «la cobra» de la madrileña a su líder. Era verosímil y había un vídeo. Con eso (o con un pantallazo o una imagen rotulada) llega en estos tiempos turbulentos y polarizados para hacer un auto de fe, rasgarse las vestiduras o, como mínimo, poner el grito en el cielo. Y los vídeos muchas veces engañan.
Fue lo que ocurrió el miércoles. Según el vídeo concreto que causó el escándalo, parecía que Ayuso escapaba. Pero luego apareció otro. Y en ese se veía la escena desde otra perspectiva. Otra persona, (supuestamente responsable de protocolo) fue la que forzó el baile de posiciones cogiendo del brazo y desplazando a la madrileña: el pontevedrés tenía que estar en el medio. No hubo cobra. Y sí una charla fría y breve con Casado. ¿Polémica zanjada? Pues no.
Las tertulias abordaron el análisis de la jugada como si fueran el Chiringuito de jugones, con repeticiones, algaradas y comentarios... Las luchas internas en el PP dan para un culebrón. Hay una sede maldita -Génova-, dos princesas rebeldes -Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo- y un gran visir, García Egea, de los de mando en plaza, campeón de lanzamiento de hueso de aceituna y experto en artes oscuras.